NO TEMAS; CREE SOLAMENTE - por el Élder Jeffrey R. Holland

 

Dirijo mis palabras hoy a los jóvenes de la Iglesia, es decir, a todos los que tengan la edad del presidente Russell M. Nelson o menos. Rara vez utilizo imágenes, pero no puedo resistirme a compartir esta.


Esta súplica proviene de mi amiga de ocho años, Marin Arnold, escrita cuando ella tenía siete. Les traduciré su egipcio reformado:

Querido obispo:

La cofre general

fue Aburrida ¿por que

tenemos ke

azerlo? dime por que

Atantemente, Marin

Arnold1.

Pues, Marin, el discurso que voy a dar ahora sin duda te decepcionará de nuevo, pero cuando escribas a tu obispo para quejarte, es importante que le digas que me llamo “Kearon, élder Patrick Kearon”.

Durante casi dos años, una pandemia de proporciones bíblicas ha cubierto nuestro planeta, y aunque esa plaga detuvo obviamente casi toda la vida social, no paró la brutalidad, la violencia y la cruel agresión en el ámbito político, nacional o internacional. Por si eso fuera poco, seguimos afrontando retos sociales y culturales de larga duración, que van desde la pobreza económica hasta la profanación del medio ambiente, pasando por la desigualdad racial y mucho más.

Estos severos vientos y días de oscuridad pueden ser desalentadores para los jóvenes entre nosotros, de los que esperamos optimismo y entusiasmo con respecto al futuro de nuestra vida. Se ha dicho que “el poder de la juventud es la riqueza común del mundo entero. Los […] jóvenes […] son los rostros de nuestro […] futuro”2. Además, nuestros hijos son los herederos en cuyas manos se encomendará el destino de esta Iglesia.

Teniendo en cuenta los tiempos que corren, es comprensible que el idealismo de los jóvenes se esté desvaneciendo un poco. La Dra. Laurie Santos, profesora de la Universidad de Yale, creó hace poco una clase titulada “La psicología y la buena vida”. “El primer año que se ofreció la clase, se inscribió casi [una cuarta parte] de [todos] los alumnos de licenciatura de la universidad”3. Luego, más de 64 millones de personas visitaron su pódcast. Al escribir sobre este fenómeno, un periodista señaló lo doloroso que es ver a tantos brillantes estudiantes jóvenes —y adultos— buscando desesperadamente algo que han perdido o, peor aún, anhelando algo que nunca tuvieron4.

Mi súplica hoy a nuestros jóvenes, y a ustedes, padres y adultos que les aconsejan, es que comiencen su búsqueda de la felicidad aceptando la abundancia que ya hemos recibido del Dador de toda buena dádiva5. Precisamente en este momento en el que muchas personas del mundo se hacen preguntas profundas del alma, deberíamos responder con las “buenas nuevas”6 del evangelio de Jesucristo. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que mantiene en alto la misión y el mensaje del Salvador del mundo, ofrece la forma eternamente más significativa tanto de encontrar el bien como de hacerlo en una época tan necesaria.

El presidente Russell M. Nelson ha dicho que esta generación de jóvenes tiene la capacidad de tener “mayor impacto [para bien] en el mundo que cualquier generación anterior”7. Nosotros, más que nadie, debemos “cantar la canción del amor que redime”8, pero eso requiere disciplina —“discipulado”, por así decirlo—, del tipo que nos protege de las actitudes negativas y de los hábitos destructivos que nos harían desentonar mientras intentamos cantar esa canción de salvación eterna.

Aunque nos mantengamos “en el lado soleado de la calle”9, de cuando en cuando nos topamos con esa persona que se empeña en encontrar algo sombrío y lúgubre en todo. Ya conocen su lema: “Siempre está más oscuro justo antes de que oscurezca por completo”. ¡Qué visión tan maligna y qué existencia tan desdichada! Sí, puede que a veces queramos huir de donde estamos, pero ciertamente nunca debemos huir de lo que somos: hijos del Dios viviente que nos ama, que siempre está dispuesto a perdonarnos y que jamás nos abandonará. Ustedes son Su posesión más preciada. Ustedes son Sus hijos, a quienes ha dado profetas y promesas, dones espirituales y revelaciones, milagros y mensajes, y ángeles en ambos lados del velo10.

Asimismo, les ha dado una Iglesia que fortalece a las familias en la vida terrenal y que las une por la eternidad. La Iglesia cuenta con más de 31 000 barrios y ramas donde la gente se reúne, canta, ayuna, ora por los demás y da de sus medios a los pobres. Aquí es donde se conoce a cada persona por su nombre, se la tiene en cuenta y se le ministra, y donde amigos y vecinos laicos se sirven mutuamente de manera voluntaria en llamamientos que van desde una labor eclesiástica hasta deberes de conserje. Los jóvenes adultos, así como los matrimonios mayores, sirven en misiones a millares, sufragando ellos mismos los gastos, sin poder decidir en absoluto dónde van a trabajar, y los miembros jóvenes y mayores acuden a los templos a fin de llevar a cabo las ordenanzas sagradas necesarias para unir a la familia humana, una actividad valiente en un mundo muy dividido, pero que declara que tal división es solo temporal. Estas son algunas de las razones que damos para “la esperanza que hay en [n]osotros”11.

Por supuesto, en la actualidad, cualquier discípulo de Jesucristo afronta problemas enormemente difíciles. Los líderes de esta Iglesia entregan su propia vida para buscar la guía del Señor a fin de resolver esos desafíos. Si algunos no se resuelven a satisfacción de todos, quizá constituyan parte de la cruz que Jesús dijo que tendríamos que tomar para seguirlo12. Precisamente porque habría días oscuros y problemas difíciles, Dios prometió que Él, desde una nube de día y una columna de fuego de noche, guiaría a los profetas, nos daría una barra de hierro, abriría una puerta estrecha que nos conduciría a una vía angosta y, sobre todo, nos otorgaría el poder para finalizar el trayecto13.

Así que, por favor, por favor, quédense para gozar de todo el festín, aunque no les apasione el brócoli. Disfruten de Su luz y presten su propia vela a la causa14. Tienen razón en la Primaria: Jesús realmente “[quiere] que brille[n], que brille[n] para Él”15.

Cuando el líder judío Jairo le suplicó a Jesús que sanara a su hija de doce años, quien yacía moribunda en casa, la multitud que lo rodeaba retrasó tanto tiempo al Salvador que un sirviente no tardó en decirle a aquel ansioso padre: “Tu hija ha muerto; no importunes más al Maestro.

“Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y ella será sanada”16.

Y lo fue; y ustedes también lo serán. “No temas; cree solamente”.

Ya que cada uno de ustedes en esta audiencia es precioso para Dios y para esta Iglesia, concluyo con esta declaración apostólica especial. Antes de que ustedes recibieran el don del Espíritu Santo, tenían la luz de Cristo plantada en su alma17, esa “luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas”18 y que es la influencia para bien en el corazón de todas las personas que han vivido o vivirán. Esa luz les fue dada para protegerlos y enseñarles. Uno de sus mensajes principales es que la vida es el más preciado de todos los dones, un don que se obtiene eternamente solo por medio de la expiación del Señor Jesucristo. Como la Luz y la Vida del mundo19, el Hijo Unigénito de Dios vino a darnos la vida al conquistar la muerte.

Debemos comprometernos plenamente con ese don de la vida y apresurarnos a ayudar a quienes corren peligro de renunciar a este don sagrado. Líderes, asesores, amigos, familia: presten atención a las señales de depresión, desesperación o cualquier otra cosa que indique autolesión. Ofrezcan su ayuda, escuchen, realicen algún tipo de intervención según sea oportuno.

A cualquiera de nuestros jóvenes que tenga dificultades, le digo: sean cuales sean tus preocupaciones o dificultades, claramente la muerte por suicidio no es la respuesta. No aliviará el dolor que estás sintiendo o que piensas que estás causando. En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese. Habla con alguien, pide ayuda. No destruyas una vida por la que Cristo dio la Suya para preservarla. Puedes soportar las dificultades de esta vida terrenal porque te ayudaremos a soportarlas. Eres más fuerte de lo que piensas. Hay ayuda disponible, de otras personas y, sobre todo, de Dios. Eres un ser amado, valorado y necesario. ¡Nosotros te necesitamos! “No temas; cree solamente”.

Alguien que enfrentó circunstancias mucho más desesperadas que las que ustedes y yo jamás tendremos, una vez exclamó: “Avanzad [mis amados y jóvenes amigos] […]. ¡Valor […], e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría!”20. Tenemos mucho de lo que alegrarnos; nos tenemos los unos a los otros, y lo tenemos a Él. No nos niegues la oportunidad de tenerte, te lo suplico, en el sagrado y santo nombre del Señor Jesucristo, nuestro Maestro. Amén.

(Conferencia General Abril 2022)

1. Marin Arnold, en un mensaje de correo electrónico a Jeffrey R. Holland, 11 de febrero de 2022, utilizado con permiso.
2. Kailash Satyarthi, en “Thoughts on Being Young”, Forbes India, 25 de febrero de 2021, forbesindia.com.
3. David Marchese, “Yale’s Happiness Professor Says Anxiety Is Destroying Her Students”, New York Times Magazine, 18 de febrero de 2022, nytimes.com.
4. David Marchese, “Yale’s Happiness Professor Says Anxiety Is Destroying Her Students”.
5. Véase Santiago 1:17; véase también Moroni 10:5–20.
6. Guía para el Estudio de las Escrituras, “Evangelios”.
7. Russell M. Nelson, “Una invitación personal a participar en Seminarios e Institutos”, 4 de febrero de 2019, LaIglesiadeJesucristo.org.
8. Alma 5:26.
9. Esta frase está tomada de una canción popular de jazz de la década de 1930, titulada “On the Sunny Side of the Street” [En el lado soleado de la calle], con letra de Dorothy Fields (véase “On the Sunny Side of the Street”, Jazz Standards, jazzstandards.com).
10. Véase Jeffrey R. Holland, “El ministerio de ángeles”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 29–31.
11. 1 Pedro 3:15.
12. Véanse Mateo 16:24; Marcos 10:21; Lucas 9:23.
13. Véanse, por ejemplo, Éxodo 13:21–22; Amós 3:7; 1 Nefi 8:24, 30; 2 Nefi 9:41.
14. Véanse Mateo 5:15–16; 3 Nefi 12:15–16.
15. “Cristo me manda que brille”, Canciones para los niños, págs. 38–39.
16. Lucas 8:49–50; véanse también los versículos 41–42, 51–56.
17. Véanse Juan 1:9; Doctrina y Convenios 93:2.
18. Doctrina y Convenios 88:13; véanse también los versículos 6–12.
19. Véanse Mosíah 16:9; 3 Nefi 9:18; 11:11; Éter 4:12; véase también Juan 8:12.
20. Doctrina y Convenios 128:22.

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