CORTEJO Y MATRIMONIO - por el presidente David O. McKay

Presidente Clark, presidente Moyle, presidente José Fielding Smith y otros miembros de las Autoridades Generales de la Iglesia y sus esposas, superintendente y presidencias generales de la A.M.M. Y miembros de la juventud de la Iglesia:

Os saludo en esta importante ocasión y os congratulo por la oportunidad de haber escuchado los mensajes de aquellos que han participado en este programa.

 Mi responsabilidad cabe bajo el título, “Vivamos según nuestra religión”. No conozco ninguna otra actividad con la cual podamos demostrar esto más impresionantemente, que el tema que se me ha designado para tratar en esta ocasión “Cortejo y Matrimonio”.

Mientras escuchaba los mensajes de los venes esta noche, vinieron a mi mente estas líneas:
 
Al que en ti tiene confianza
procura ser leal;
A tus padres nunca hieras,
portándote mal;
Por pequeño que sea el hecho,
si no haces el bien, Te traicionas a ti mismo y a tus amigos también.
 
Son pocos, si quizás los hay, los temas de más interés y mayor importancia que el noviazgo y el matrimonio.
 
Un decreto eterno
 
Cuando en la obra de la creación fue conveniente que el hombre asumiera la existencia terrenal, se le concediera este decreto eterno: “PUEDES ESCOGER POR TI MISMO”.
 
De modo que al hombre, de entre todas las demás cosas, le fue dado el don divino del LIBRE ALBEDRÍO, y con él, la RESPONSABILIDAD consiguiente.
 
Como principio imprescindible, quisiera decir a cada uno de ;as decenas de miles que se hallan reunidos esta noche:
Tú eres aquel que va a resolver
si lo quieres cumplir o dejar sin hacer;
A ti corresponde decir si serás
el que vaya adelante o se quede atrás,
Si a la meta lejana querrás aspirar o en tu estado mediocre para siempre
quedar.
 
En Doctrina y Convenios el Señor claramente indica el significado de la importancia del matrimonio: Y además, de cierto os digo, que ... el matrimonio es instituido de Dios para el hombre.
 
De manera que no se trata de una ceremonia que deba contraerse livianamente y terminarse a capricho, ni tampoco es una unión que se ha de disolver al surgir la primera dificultad. Para los miembros de la Iglesia restaurada, el matrimonio es una organización divina; y cuando es orientada por padres inteligentes, constituye el medio más cierto y seguro de mejorar al género humano.
 
Cuando Jesús se refirió al matrimonio, lo asoccon este importante mandamiento:
 
“Lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre”.
 
Un deseo universal
 
Con pocas excepciones, el matrimonio es un deseo universal. Todo joven, tarde o temprano, mira adelante hacia la consumación de este suceso. El conocido psicólogo, profesor Henry C. Link, corrobora lo anterior en estas palabras:
 
“En los últimos tres años, con relación a ciertos estudios realizados entre los alumnos de los colegios de todo el país, he hecho a las mujeres jóvenes las siguientes preguntas:
 
“¿Cuál es la carrera que usted considera de mayor importancia en la vida? ¿Opina usted que el matrimonio y el ayudar al esposo en su carrera, es de mayor, menor o igual importancia que una carrera propia?
 
“Entre el 90% y el 95% de las mujeres que estudian en los colegios me contestaron que la carrera de esposa y madre era su objeto principal, y que el ayudar al esposo en su carrera era más importante que la propia.
 
“La creencia, cada vez más extensa entre estas mujeres venes, de que la formación de un hogar, la crianza de una familia y el impulso que puedan dar a la carrera de su esposo, son en sí mismas una carrera de importancia mayor, indica un retorno sano a las cosas fundamentales.
 
Creo que esta condición prevalece generalmente entre nuestros jóvenes de la Iglesia, a pesar de los cambios económicos predominantes que amenazan la estabilidad del hogar, causando que las esposas trabajen y las madres dejen a sus niños en manos de otros.
 
Nunca perdamos de vista el hecho fundamental de que el hogar es la base de la civilización, y que los miembros de la Iglesia tienen la obligación de formar hogares ideales y criar familias ejemplares.
 
Teniendo presente esta obligación, desearía enumerar cinco condiciones que contribuyen a un matrimonio feliz:

1. Una reputación sin tacha
 
El matrimonio feliz comienza antes de llegar al altar. Empieza en la adolescencia, cuando se aceptan las primeras invitaciones a concurrir a fiestas sociales. Comienza con la manera en que uno da las buenas noches al joven que la acompañó de vuelta a casa. Saber conservar una reputación sin tacha durante el cortejo contribuye al fundamento sólido sobre el cual se puede edificar un hogar feliz. Sirven de ilustración los ejemplos de estas dos mujeres jóvenes:
 
Tentaciones y problemas
 
“Por estar en mi adolescencia me confundo mucho, porque hay tantas tentaciones y problemas que parecen surgir todos al mismo tiempo. Uno de estos problemas que me ha perturbado muchísimo tiene que ver con las invitaciones que me hacen los venes de salir a pasear con ellos. He oído tantas ideas y explicaciones distintas sobre este asunto, que estoy muy confusa.
 
“He salido a pasear con jóvenes por aproximadamente un año y medio, y he aprendido muchas cosas. He opinado que me gustaría guardar mi cariño hasta encontrar al hombre con quien me he de casar. Sin embargo, varias de mis amigas opinan todo lo contrario y les parece que soy extremosa. Me han hecho entristecer por motivo de las muchas cosas que me han dicho y he comenzado a preguntarme si algunas de mis ideas serán incorrectas.
 
“Casi todas estamos de acuerdo en que es malo estarse besando y abrazando por largo rato. Me opongo a ello completamente, pero me dicen que después que un joven me ha invitado a salir varias veces y me he divertido con él, debo mostrarle mi agradecimiento permitiéndole que me bese al despedirse. Nunca me ha parecido que así debe ser. Varios jóvenes que me han invitado a salir se han ofendido mucho, y creyendo que no me simpatizaban, no han vuelto a invitarme más. Cuando por fin encuentre al hombre con quien me he de casar, querré darle todo mi amor y mi cariño y creo que el beso significará más si no ha sido compartido con todos los demás venes.”
 
Otro ejemplo
 
El segundo ejemplo es el de una joven, que según su manera de pensar, no es necesario serle fiel al futuro esposo. Cree que puede granjearse el favor de sus amigos si cede a sus pretensiones.
 
Es bonita y se viste bien. Raras son las veces que no recibe alguna invitación entre semana. Nunca tiene un fin de semana desocupado. Pero sus amigos van y vienen con la regularidad de la marea, y en su mayoría son tan impersonales como las aguas que vienen y van. Los jóvenes invitan a “Elenita” a que salga con ellos por la sencilla razón de que tiene fama de ser fácil de conseguir.
 
El hombre que quiere hacer destacar su reputación de “tenorio”sólo tiene que ser visto con ella algunas veces. Sin embargo, en cuanto hallan una compañera congenial que la reemplace, son pocos los que vuelven a invitarla. La nueva joven no será tan atractiva, ni se vestirá tan bien, ni será todo lo que Elenita irónicamente admite ser, pero su pretendiente tiene la satisfacción de sentir que ella es de él únicamente, y que no tiene la inclinación de dejarse acariciar por Manuel mañana, como sucedió con José el día anterior.
 
Una reputación sin tacha parecerá mucha fatuidad, pero es algo que debe atesorarse. LA decisión está en manos de cada cual. Por lo general, el joven nunca se aprovecha de la señorita que él realmente estima.
2. Un compañero congenial
 
El segundo elemento importante es la elección de un compañero congenial.
 
Es vital en extremo este problema de elegir un compañero correcto y congenial. Durante el cortejo los jóvenes deben asociarse unos con otros y conocer el carácter de sus compañeros. La señorita que tiene afición a la música, que aprende a tocar un instrumento o que canta, tiene mayor probabilidad de encontrar un buen compañero que la que se queda sentada en casa y se niega a participar en actividades sociales.
 
El hombre aficionado a los deportes tiene mayor probabilidad de encontrar una compañera congenial, que otro que no hace más que sentarse para mirar la televisión o escuchar la radio. En otras palabras las asociaciones conducen a los matrimonios felices, porque los venes se conocen unos a otros y tienen oportunidades más amplias para elegir.
 
Y aquí cabe haceros una advertencia, venes, contra la práctica de andar de novios” desde muy venes. Es cierto que la señorita se siente más segura, en lo que concierne a las invitaciones a recepciones públicas y fiestas sociales, y bien puede ser la determinación de una unión feliz; pero en este “noviazgo”, en que los contrayentes son demasiado jóvenes, hay muchas desventajas que la juventud impetuosa y llena de esperanzas debe evitar.
 
Limitaciones de los noviazgos muy prematuros
 
En primer lugar, los venes son susceptibles en extremo: Se “enamoran” fácilmente y por carecer de criterio maduro, quizá no distinguen entre la fascinación o pasión, y la admiración verdadera o amor genuino.
 
En segundo lugar, este noviazgo” restringir, si no acaba por excluir, las oportunidades que tienen los jóvenes de ambos sexos de conocerse los unos a los otros. Por ejemplo, cuando uno baila con un mismo compañero todo la noche, se proscribe el espíritu social del salón de baile.
 
Pero lo peor de este “noviazgo” en la adolescencia, es que da al joven una sensación de familiaridad o posesión, y ella, por su parte, siente que “pertenece”; pero este estado de embeleso sólo puede consumarse debidamente por medio del matrimonio. Sin embargo, en manos de la juventud intrépida y desenfrenada, llega a ser como fruta que se corta antes de estar madura, una cosa de mal sabor que no contribuye nada al gozo conyugal. Quizás algún día llegaréis a descubrir que la elección de vuestro “novio” fue prematura. Tened presente en toda ocasión que después de salir de su niñez, la juventud tiene otras obligaciones, aparte de escoger un compañero y “divertirse”. En primer lugar, debe determinar la clase de carácter que desea desarrollar. Debe resolver cuál va a ser su profesión o carrera, y cuando llegue el momento de tomar una esposa, cómo va a mantenerla a ella y a los hijos.
 
Este “noviazgo” puede fascinar a la pareja de jóvenes a tal grado, que darán sumamente poca consideración a éstas y otras obligaciones similares.
 
3. El carácter sagrado de una promesa
 
El tercer ideal que deseo nombrar como elemento contribuyente del matrimonio feliz empieza ante el altar del Templo cuando hacéis convenio de ser fieles el uno al otro. El hombre que da su palabra, si es honorable, contrae un compromiso más fuerte que cuando firma un contrato, porque su palabra es su honor; y también lo es en cuanto al convenio de matrimonio, particularmente cuando la pareja se arrodilla en la Casa del Señor e indica con ello que son dignos el uno del otro.
 
La señorita sabe que aquel a quien ella se entrega es tan digno de ser padre como lo es ella de ser madre, y está justificada en su manera de pensar. Ni en el uno ni en el otro hay ningúrecuerdo amargo de “aventuras” pasadas. ¡Qué sensación tan gloriosa saber que pertenecen
 
Se comparte el amor
 
El matrimonio presenta la oportunidad de compartir el amor y cuidado de los niños, que son el objeto principal de la unión. “Sin niños, o sin creer que los niños son importantes, el casamiento resulta incompleto e incumplido.”
 
Es cierto que los niños exigen tiempo, causan molestias y demandan paciencia de la que a veces tenemos. Estorban la libertad, las diversiones y el lujo. Sin embargo, los hijos son el verdadero objeto del matrimonio. Si no adjudicamos a la paternidad y maternidad su valor, no estamos preparados no emocional ni socialmente para casarnos.
 
Jóvenes, el matrimonio es una relación que no puede sobrevivir el egoísmo, la impaciencia, despotismo, desigualdad y falta de respeto. El matrimonio vive de la aceptación, la igualdad, de compartir unos con otros, dar, ayudar, cumplir uno con su parte, aprendiendo y riendo juntos. La violación del convenio conyugal muestra que el ofensor es indigno de la confianza depositada en él y “ser confiable es de mayor estima que ser amado”.
 
Nunca paséis por alto el hecho de que el convenio que hacéis es uno de los elementos que contribuyen a vuestra felicidad en el matrimonio.
 
De manera que hasta este punto tenemos como elementos fundamentales del matrimonio:
(1) Una reputación sin tacha; (2) Un compañero congenial; (3) Honor en el convenio matrimonial.
 
4. Dominio sobre
 
El cuarto elemento que contribuye al matrimonio feliz es el dominio sobre sí en el hogar. Durante el cortejo, hay que estar con los ojos bien abiertos; pero después del matrimonio, conviene tenerlos a medio cerrar.
 
Puede servir de ilustración a lo que quiero decir, esto que dijo una recién casada a su esposo: “Yo sé que la comida que preparo no es muy buena. La aborrezco tanto como tú, pero ¿cuántas veces me has visto sentada, refunfuñando por causa de ello?” Es este “refunfuñar” después del matrimonio lo que provoca la infelicidad. El cónyuge prudente aprende a dominar su lengua.
 
Nunca pronunciéis la palabra áspera; salid, más bien, a dar una vuelta. Una vez supe de una pareja que nunca había tenido una riña, pues habían decidido que cuando el uno o el otro se enojara, él o ella saldría a dar la vuelta. Resultó que el marido pasaba la mayor parte del tiempo saliendo a dar la vuelta. Se relaciona con este tema del dominio sobre sí, el uso del tabaco y la inhabilidad para dominar la sed de bebidas alcohólicas, lo cual ha traído la infelicidad a hogares que en otros respectos son felices, y que de no haber sido por estas cosas habrían sido útiles. Ni en el cortejo ni en el matrimonio puede haber lugar para el tabaco o las bebidas alcohólicas.
 
5. Cortesía
 
El quinto elemento contribuyente que deseo enumerar es la cortesía. Cuando dos jóvenes andan de novios, tanto el uno como el otro se complacen en en adivinar los deseos de cada cual, y dentro de los límites correctos, se deleitan en cumplir esos deseos. Pero son muchas las parejas que consideran el convenio conyugal como el fin del cortejo.
 
Más bien, debiera ser el principio de un cortejo eterno; y esto significa la misma consideración hacia la esposa en el hogar, que se le obsequió como novia durante el cortejo; la misma consideración hacia el esposo, aunque se esconda detrás del periódico en la mañana o en la tarde sin decir una sola palabra. La vida se vuelve rutinaria, pero se puede salir de esa rutina si recordamos que “si me haces el favor”, “gracias” y perdóname“ son frases tan correctas y estimadas después del matrimonio como antes.
 
En el hogar que es bendecido con hijos, ellos mismos?al ver que su padre es cortés con su madre, y ésta con aquél?participan de ese atributo, así como respiran el aire de ese hogar. Por tanto, llegan a ser niños refinados y cultos, porque la esencia de la cultura verdadera es la consideración hacia otros.
 
Cuando surjan dificultades, cuando amontonen las deudas y deban hacerse los pagos, cuando haya que mimar a los niños y quizá alimentarlos a todas horas de la noche, no olvidéis que la cortesía después del matrimonio es un elemento que contribuye a la armonía y la paz en el hogar.
 
Nada le queda tan bien a un gran hombre como la cortesía y la tolerancia. Sed puntuales con vuestra esposa y vuestros hijos. Si los deberes os detienen, no vaciléis en disculparos y explicar el motivo. La puntualidad y la consideración después del matrimonio son elementos importantes de un hogar congenial.
 
Conclusión
 
Deseo concluir, pintando a grandes rasgos, el significado de un acto de matrimonio ideal.
 
El novio, arrodillado ante el altar, en el Templo, lleva en su corazón la posesión más rica que un esposo puede atesorar: la certeza de que ella, la que llena de confianza pone su mano en la de él, es tan pura como el rayo del sol, tan inmaculada como la nieve virgen. Hay en él la seguridad de que en su pureza y dulzura ella representa la maternidad divina. Pues bien, jóvenes, decidme ahora si esa seguridad, esa fe y confianza completas, no valen todo lo que hay en el mundo.
 
Igualmente sublime es la seguridad que tiene la señorita de que el hombre que ella ama, a quien se entrega en matrimonio, viene a ella con la misma pureza y fuerza de carácter que ella tiene para él. Una unión como ésta ciertamente constituye un matrimonio ordenado por Dios para la gloria de su creación.
 
Ésta es vuestra herencia, oh juventud, al pensar en un compañerismo eterno; y ruego que podáis realizarla y encontrar el verdadero gozo y felicidad de este ideal tan estimado, en el nombre de Jesucristo. Amén.
 
(Sermón a la juventud, transmitida desde el Tabernáculo, el día 3 de enero de 1960)

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