¿CUÁL ES VUESTRO DESTINO? - por el élder Marvin J. Ashton

Hace algunas semanas, mientras estaba en Inglaterra, tuve la oportunidad de hacer algunos viajes en ferrocarril. Los informes metereológicos indicaban que ésta sería la manera más satisfactoria y segura de viajar.

 Un día, mientras el tren iba de Manchester a Leicester, después de más o menos hora y media de lectura, dejé mis libros y mirando por la ventanilla me pregunté si ya estaríamos llegando a la estación. Pocos minutos después, la puerta del compartimiento se abr y el auditor entró y me salu con esta pregunta: —¿Cuál es su destino? Como había estado poniendo atención en las llegadas, salidas y paradas, contesté: "Tengo una cita en Leicester."

 A esto él respondió: Estaremos ahí en diez minutos. Perforó mi boleto y siguió su camino.

 Después que se fue, me quedé reflexionando en sus palabras: "¿Cuál es su destino?" "Estaremos ahí en diez minutos." El hombre parecía convencido de que cada vez que el tren se detenía y docenas o cientos de personas descendían de él, habían llegado a su destino. Aparentemente había estado anunciando esto a sus pasajeros durante años.

 Sin embargo, a pesar de sus comentarios, yo sabía que necesitaba estar en Leicester sólo durante dos días para la conferencia trimestral de estaca, pero que ése no era mi destino. Las paradas en otras ciudades inglesas tampoco lo eran, todas eran asignaciones a lo largo del camino y aunque llegara a cualquiera de ellas no era ese mi destino.

 Como resultado de esta experiencia en el tren, y habiendo considerado esta idea a través de los años, me preocupa el saber que muchos de nosotros alguna vez en la vida, nos confundimos con los viajes, destinos, llegadas, paradas, sales, estaciones y asignaciones. Me parece que algunos de nosotros podríamos perdernos pensando que ya hemos llegado.

 Quisiera compartir con vosotros algunas observaciones y hacer algunas preguntas relacionadas con esto: ¿Cuál es vuestro destino?

 ¿Habéis llegado a vuestro destino cuando asististeis al templo? ¿Es el matrimonio en el templo vuestro destino? A través de los años he oído a cientos de jóvenes decir: "Yo quiero ir al templo. El matrimonio en el templo es mi meta".

 Ser dignos de ir al templo es una ambición elevada y un logro digno, pero necesitamos tener presentes sus propósitos eternos. Sin embargo, no hemos llegado a nuestro destino cuando compartimos las bendiciones del templo. Muchas veces hay un peligro real en nuestras vidas cuando permitimos que estos elevados ideales y metas, tales como el matrimonio en el templo,

sean un final en lugar de ser un medio. Todas nuestras elecciones estarán propiamente situadas dentro del marco de la eternidad, si evitamos el estancamiento de creer que hemos llegado.

 Me parece que fue Louis J. Halle quien dijo: "La ocupación más noble es atrapar el momento pasajero y examinarlo para descubrir en él señales de eternidad." Para lograr la exaltación después del matrimonio celestial, se requiere devoción y rectitud perseverante. Este es un proceso continuo, no una meta.

 ¿Habéis llegado a vuestro destino cuando recibís algún llamamiento para servir en el campo misional? ¿Habéis llegado cuando termináis honorablemente una misión? Podríamos establecer categóricamente que una misión honorablemente cumplida, es un gran logro en la jornada de la vida; que debe ser de gran ayuda para un mejor servicio personal y para adquirir más fortaleza; para mantener más firmemente los pies de los misioneros en las sendas que conducen hacia la felicidad eterna y para prepararlo y sentir el gozo pleno de la religión pura.

 "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo" (Santiago 1:27).

 Recuerdo a un misionero que tuvo dificultades cuando permaneció muy ocupado los últimos seis meses de su misión. Le habían asignado para trabajar en un distrito, como compañero mayor, después de haber sido ayudante del presidente de misión. Este joven dijo: "Llegué a mi meta, cuando tuve esa elevada posición como ayudante del presidente".

 Había perdido su eficacia temporalmente por permitirse pensar que ya había llegado.

 ¡Qué importante en la vida de un misionero es el día en que se da cuenta de que un relevo honorable es un buen comienzo! A nuestros amigos que han sido o son misioneros, humildemente oramos porque nunca os permitáis el peligroso lujo de deciros: "Ya le di dos años a la Iglesia". Si un misionero al volver, enfoca siempre su vista hacia una meta elevada, generalmente dará los pasos apropiados para llegar a ella. Una misión puede ser los dos años más felices en la vida de un misionero, si no solamente sirve a su Dios y a su prójimo desinteresadamente sino que camina en la verdad y se prepara para el progreso eterno, el cual os digo, está en camino hoy.

 "No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad" (3 Juan 4).

 Podemos recalcar que el gozo está en conducirse y caminar por la senda de la verdad, y no en una llegada anticipada.

 ¿Habéis llegado a vuestro destino cuando recibís un testimonio de la verdad del evangelio de Jesucristo, por revelación del Espíritu Santo? Lamentamos mucho que algunos miembros que han recibido un testimonio, sienten y responden como si ya hubieran llegado. ¡Qué día tan triste en la vida de cualquier individuo cuando éste falla en usar este conocimiento y convicción de un testimonio por servicio perseverante y fiel! Un testimonio crece al compartirse. Con la posesión de un testimonio viene la obligación de testificar al mundo de la obra del Señor. Un testimonio no es un destino, es una posesión para actuar.

 ¿Habéis alcanzado vuestro destino al ser bautizado, o ser élder, obispo, presidente de estaca, oficial de la Sociedad de Socorro, setenta, o apóstol? En estos días de trabajo y servicio necesario, se espera que todos nosotros respondamos categóricamente a esta pregunta con un sonoro ¡NO!

 Satanás y sus huestes nunca han estado tan bien preparados como hoy. El es astuto y tiene éxito. Una de las herramientas más sutiles que está usando entre nosotros y quizá la más eficaz es lograr el convencimiento de algunos que piensen que ya han llegado, que han alcanzado su destino, que se han ganado un descanso, que ya no son necesarios para nada, que están fuera de peligro, que están más allá de la tentación y que pueden estar orgullosos de sus progresos.

 "Y así los halaga y los conduce hasta arrastrar sus almas al infierno; y a hace que caigan en su propio ardid.

"Y así, va y viene, andando acá y allá sobre la tierra, procurando destruir las almas de los hombres" (D. y C. 10:26-27).

 Desde mi reciente llamamiento a servir como miembro del Consejo de los Doce Apóstoles, un número de amigos de mi padre, quien fallec hace algunos años, han comentado: "Tu padre debe estar sonriendo con gran placer por tu asignación!" De esto, yo muchas veces he pensado: "Sí yo conozco a mi padre, y pienso que así es, estoy seguro que me diría: 'Hijo, tú no has llegado aún; no has alcanzado tu destino. Tu gran prueba yace delante de ti. Lucha por vivir digno de la gran confianza depositada en ti' ".

 Quiero agradeceros, mis hermanos de esta, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, por vuestra confianza y voto de sostenimiento. Os aseguro que sólo tengo un deseo, y éste, es andar dignamente por vuestras sendas.

 Permitidme platicaros acerca de un amigo mío que actualmente camina por la senda verdadera con voluntad y valor. Cuando visitaba la misión de Arizona, el élder Dennis Dean llegó ahí. Su llegada, en una de nuestras primeras sesiones, captó la atención de todos los presentes, cuando guió su silla de ruedas por el pasillo de la capilla. Una expresión de humilde confianza cubría su rostro.

 Sus compañeros pronto supieron por qué fue encontrado digno y capaz de servir en una misión de tiempo completo. Recuerdo su testimonio cuando nos comunicó que esto era parte de las esperanzas y ambiciones de su vida. El dijo: "Haré lo mejor que pueda para hacerme digno de su confianza. No sientan pena por mí, sólo ayúdenme a hacer lo que sé que puedo hacer con la ayuda del Señor."

 Su mensaje fue comprendido. Más tarde, ese día, su compañero recién asignado conmovido se acercó a y me preguntó: "¿Qué haría usted para ser un buen compañero de un élder sujeto a una silla de ruedas?" Mi respuesta después de haber empleado parte del día con el élder Dean, fue: "Haría bien en mantener una buena relación con él. La verdadera prueba en las semanas que vienen, es para usted, no para él".

 El élder Dean, con el amor y el compañerismo de su excelente presidente de misión y de sus compañeros, sirv como líder de distrito durante sus años, llevando el mensaje del evangelio a cientos de personas y llevando a cuarenta y ocho de ellas a las aguas del bautismo. Hoy Dennis, entusiastamente lleva adelante sus estudios y aprendizaje en la Universidad Brigham Young. Actualmente sirve en el 38° barrio de BYU como maestro orientador y es maestro en la Escuela Dominical. Recientemente estuvo en mi oficina donde tuvimos una grata charla y nuevamente me maravillé por su extraordinario ejemplo de hombre cabal en acción.

 Mientras continuamos pensando acerca de los planes, destinos, metas, llegadas y cometidos, podemos aprender algo de dos de mis amigos. Algunos de ellos son excepcionales y vienen de lugares raros. La noche del martes pasado, mientras estaba arreglando mi escritorio antes de ir a casa, sonó el teléfono: "Hermano Ashton, tengo permiso de las autoridades de la prisión para ir a visitarlo. ¿Podría usted esperarme hasta que llegue?"

 Frank, como se llamaba este hombre, llegó y hablamos. En respuesta a las preguntas: "Ahora que vas a ser liberado de la prisión en una semana ¿cuáles son tus planes? ¿Qué vas a hacer? ¿Cuáles son tus metas?" El contestó: "Tengo un apartamento,  un trabajo de tiempo completo, una novia maravillosa, voy a continuar mi educación, tengo un puesto en la Iglesia, hay muchas cosas que necesito hacer, tengo treinta y dos años y sólo soy maestro en el sacerdocio. Quiero ser élder pronto.

 El terminó su visita con una petición:

 "Hermano Ashton, si me mantengo digno, ¿Podría ir al templo dentro de unos meses y oficiar mi matrimonio?

 Comparad esto, si así lo queréis, con esta otra conversación también con un miembro de la Iglesia quien también estaba en la misma prisión. El y yo hablamos durante una de mis visitas, hace unos meses. Pensándolo bien, yo lo escogí para hablarle porque nadie más quería hacerlo.

 "¿Que hará usted cuando salga de este lugar" —pregunté— "Todo lo que quiero es estar fuera", gruñó "estoy aquí por un 'golpe falso' y quiero salir". Ningún plan, ni metas, ni objetivos, ni preparación. Todo lo que quería era salir y yo temo por su actitud, seguramente a él no le importa cómo lograrlo.

 Humildemente os doy testimonio de que una misión terminada honorablemente, un matrimonio celestial, un testimonio valioso, una posición de mayor responsabilidad en la Iglesia, no son metas en las vidas de los verdaderos Santos de los Últimos Días. Estas cosas pueden ser importantes ayudas para el progreso eterno, pero por solas, no nos salvarán en el reino de Dios. Sólo viviendo la vida de un fiel Santo de los Últimos Días será esto posible. "Si hicieres lo bueno, sí, siendo fiel hasta el fin, serás salvo en el reino de Dios, que es el óptimo de todos los dones de Dios; porque no hav don más grande que el de la salvación" (D. y C. 6:13).

 Al continuar nuestro viaje, debemos tener siempre en mente que en el viaje por tren, como en la vida, hay estaciones, salidas, llamadas, itinerarios y oportunidades de ser dejado en una vía lateral o de ser desviado, ¡cuan sabio es el individuo que sigue por las sendas del Salvador. La seguridad y el gozo pertenecen a aquellos que lo siguen. Os doy testimonio de que Dios es eterno. Nosotros somos eternos y Dios nunca pretendió que viajáramos solos.

 ¿Cuál es vuestro destino? Oro humildemente a nuestro Padre Celestial para que nos ayude a cada uno a darnos cuenta que hay vida eterna y exaltación en el reino de nuestro Padre. Les doy mi testimonio de que el don de la salvación es posible por medio del evangelio de Jesucristo si continuamos siendo fieles, y esto os digo en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Conferencia general de abril de 1972)

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