El Señor espera que
creamos y comprendamos la verdadera doctrina
de la Creación —la creación de la tierra, del hombre y de todas las cosas vivientes.
De hecho, tal como veremos, el entendimiento de la doctrina de la
Creación es vital para la salvación. Hasta que obtengamos
una verdadera perspectiva de la creación de todas las cosas, no podemos esperar
esa plenitud de recompensa eterna que de otra manera podría ser
nuestra.
Dios mismo, el Padre de todos
nosotros, estableció un plan de salvación
por medio del cual
sus hijos espirituales pudiesen
progresar y llegar a ser como El,
y es el evangelio de
Dios,. el plan del Padre Eterno,
el sistema que salva y exalta,
y consiste de tres cosas, las cuales son
justamente los pilares
de la eternidad; la Creación, la Caída, y la Expiación.
Antes de siquiera poder empezar a comprender la creación física de todas las cosas,
debemos saber cómo estas tres
verdades eternas, a saber, La Creación,
la Caída y la Expiación, están inseparablemente unidas. Ninguna
de ellas puede
existir sola; cada una
está vinculada a las otras dos, y
sin
el conocimiento de todas juntas, no es posible comprender
la verdad respecto a ninguna
de ellas.
La salvación
está en Cristo y nos liega
por
medio de su sacrificio expiatorio. La expiación de
nuestro Señor Jesucristo es el centro
de la religión revelada; es la verdad que redime al hombre de la muerte física y espiritual
introducida al mundo
a consecuencia de la caída de
Adán. Todo hombre resucitará
porque nuestro bendito
Señor murió y volvió a levantarse, siendo así las primicias
de los que durmieron.
Es más: Cristo murió para salvar a los
pecadores. Tomó sobre sí los pecados de todos los hombres con la condición de que
se arrepintiesen.
La vida eterna, el mayor de todos
los dones de Dios,
es accesible al hombre debido
a lo que Cristo
hizo en Getsemaní y en Gólgota.
El es la resurrección y la vida. La inmortalidad y la vida eterna son los frutos de la Expiación.
El hombre no posee lenguaje
o manera de expresar que pueda
describir la gloria, maravilla y significado infinito del poder liberador
de nuestro gran Redentor.
Pero, recordad que la Expiación vino a causa
de la Caída. Cristo
pagó el rescate
por la transgresión de Adán. Si no hubiese
habido una Caída,
no hubiese habido una Expiación con sus consiguientes inmortalidad y vida eterna.
De manera que, tan seguramente
como la salvación llega a
causa de la Expiación, así también
la salvación llega a
causa de la Caída.
La mortalidad, la procreación y la muerte tuvieron su
origen con la Caída. Las pruebas
y tribulaciones del período
de prueba mortal
comenzaron cuando nuestros primeros padres
fueron echados de su hogar
en el jardín de Edén. "Por motivo de que Adán cayó, nosotros
existimos; y por su caída vino la muerte; y somos hechos participantes de miseria y aflicción." (Moisés 6:48.) Una de las declaraciones doctrinales más profundas que jamás
se han hecho provino
de los labios de Madre
Eva, quien dijo: "De no haber sido
por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni
hubiéramos conocido jamás el
bien y el mal, ni
el gozo de nuestra redención,
ni la vida eterna que
Dios concede a todos los que
son obedientes." (Moisés 5:11.)
Recordad también que la Caída fue posible
porque un Creador
infinito formó
la tierra, el hombre y todas las cosas
vivientes de tai manera
que pudieran caer. Esta caída suponía un cambio de estado. Todas
las cosas fueron creadas de tal manera para que pudiesen caer o
cambiar, y así se introdujo el tipo de existencia necesario para poner en operación todos
ios términos del plan eterno
de salvación
del Padre.
La primera creación física de
todas las cosas era de
una
naturaleza paradisíaca. En la época del jardín de Edén, toda forma de vida existía en un estado más sublime
y diferente del que actualmente prevalece. La Calda las llevaría a un nivel menor y uno en que
podrían progresar.
La muerte y la procreación
aún
tenían que presentarse en la tierra. La muerte sería
la dádiva de Adán al mundo, y la dádiva de Dios sería la vida eterna
por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
De
manera que, la existencia
provino de Dios,
la muerte vino de Adán, y
la inmortalidad y vida eterna
vinieron por intermedio de Cristo. En el lenguaje preciso y elocuente de Lehi, todos los hombres están en un "estado
de probación" debido
a la Caída, Y "si
Adán no hubiese
transgredido, no habría caido,
sino que habría permanecido en el jardín
de Edén." Adán estaba
entonces en un estado de
inmortalidad física, lo que
significa
que
habría vivido para siempre porque aún no existía
la muerte. "Y
[nuestros primeros padres]
no hubieran tenido hijos".
Se les hubiera negado la experiencia de un período de prueba mortal
y una muerte mortal, y es por
medio de estas dos cosas, la muerte
y las pruebas de la mortalidad,
que se logra la vida eterna. Sin embargo, gracias sean dadas a nuestro Dios, "Adán cayó para que
los hombres existiesen; y existen los hombres para que
tengan gozo, Y el Mesías vendrá
en la plenitud de los tiempos, a fin de poder redimir a los hijos de los hombres de la
caída." (2 Nefi 2:21-26.)
Sabiendo todas estas
cosas con respecto al plan de salvación, estamos
ahora en posición de considerar la creación de esta tierra, el hombre y
todas las cosas vivientes.
Sabiendo que la Creación hizo posible la Caída,
y que la Caída hizo posible
la Expiación, y que la salvación misma ocurre a causa de
la Expiación, estamos listos
para poner el conocimiento revelado de la Creación en su debida perspectiva.
Nuestro conocimiento de la Creación es limitado.
No sabemos ei cómo, por qué
y cuándo de todas las cosas. Nuestras limitaciones son tales que
no podríamos comprenderlas si se nos
revelaran en toda su gloria, plenitud y perfección. Lo que se ha revelado es esa parte
de la palabra del Señor que
debemos creer y comprender si hemos de ver
la verdad de la Caída y la Expiación y así ser herederos de la
salvación,
En algún momento en el
futuro, el Señor requerirá más de sus santos con respecto a
la Creación de lo que ahora requiere de
nosotros. "El día en que
el Señor venga, él revelará
todas las cosas", nos instruye
la revelación moderna, "cosas
que han pasado y cosas
ocultas que ningún hombre conoció; cosas de la
tierra, mediante las cuales fue hecha, y
su propósito y estado final." (D. y C. 101: 32-33.)
Hasta que
llegue el Milenio, nuestra
responsabilidad es creer y aceptar esa porción de verdad tocante a la Creación
que
se nos ha dado.
Cristo es el Creador
y Redentor de mundos tan
numerosos que no pueden
ser numerados por el hombre. En cuanto a sus proyectos infinitos y eternos
de creación y redención, la palabra
divina atestigua: "Y he creado incontables
mundos", dice
ei Padre, "y también los
he creado para mi propio fin; y
por medio del
Hijo, que es mi Unigénito . . . Pero sólo te
doy un relato de esta
tierra y sus habitantes." Tocante a todos los demás mundos creados por la mano del Señor, sólo sabemos que
es su obra y gloria
"llevar a cabo", por medio
del
Redentor, "la inmortalidad y la vida eterna"
de todos sus habitantes. (Moisés 1:33, 35, 39.)
En lo que posiblemente sea
la visión más gloriosa dada al hombre en esta dispensación, José Smith y Sidney Rlgdon vieron al "Hijo, a la diestra
del Padre", y "oyeron la
voz testificar que él es el Unigénito del Padre;
que por él, por medio
de él y de él los
mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados
hijos e hijas
para Dios". (D. y C. 76: 20,
23-24.) De manera que Cristo es el Creador y el Redentor,
por El fueron hechos los
mundos, y por
medio de su infinita Expiación, los habitantes de esos mundos son
adoptados a la divina familia
como sus co-herederos. Fue acerca de esta visión y como resultado de esta
disposición que permite que los santos se conviertan
en hijos de Dios,
por medio de la fe, que José
Smlth escribió:
"Y oí una gran
voz que atestiguaba del cielo, El
es el Salvador y el Unigénito del Padre; por
El, por medio de El y de El se hicieron
todos los mundos, aun todos
los que se mueven en los cielos
tan amplios. Cuyos habitantes también, desde el primero hasta
el último, son
salvos por nuestro Salvador; y son, por supuesto, hijos
e hijas engendradas de Dios por
intermedio de las mismas
verdades y los mismos poderes." (Traducción libre,
Milenial Star, vol. 4,
págs. 49-55; citado en Mormon
Doctrine, 2da. edición,
Salt Lake City: Bookcraft, 1966, pág.
66.)
La naturaleza
infinita y eterna de la Creación y la redención está más allá del alcance de la
comprensión humana. Agradecemos que
el Señor nos haya dado esta
vista fugaz de la
sempiterna verdad relacionada con sus obras infinitas. Pero es esta tierra la que nos interesa. Son las verdades tocantes
a "nuestra creación" las que
nos marcarán la senda al esforzarnos por ganar la vida eterna.
Miremos, entonces, junto con Abraham, la gran
hueste de "inteligencias
nobles y grandes" en la existencia
preterrenal. "Entre ellos" hay uno "semejante a Dios". El es el gran Jehová, el
Primogénito del Padre. Le oímos
decir a "los que se
hallaban con él", a Miguel
y a una gran hueste
de almas valientes: "Descenderemos, pues hay espacio
allá, y tomaremos de estos
materiales y haremos una tierra sobre la cual
éstos puedan morar". (Abraham
3: 22,24.)
Al observar, escuchar y meditar,
nuestras mentes se iluminan y nuestro entendimiento
alcanza el cielo. Ciertamente Cristo es el
Creador del futuro hogar de los hijos espirituales del Padre. Pero no obra solo; la Creación es un proyecto
organizado y cada
uno de los otros espíritus
grandes y nobles desempeña su
parte; la tierra es creada de materia ya
existente. Con toda certeza ¡os elementos son eternos, y crear es organizar.
A medida que la obra progresa, vemos
el cumplimiento de lo
que Dios le dijo a Moisés en
los Diez Mandamientos: "En seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar,
y todas las cosas que en ellos hay, y
reposó en el séptimo
día" (Éxodo 20:11). Es en cuanto a los
acontecimientos creativos que se
efectuaron durante cada uno
de estos "días" a ¡os que
ahora haremos referencia.
Pero, primeramente, ¿qué es un día? Es
un período específico; es una
época, una serie de épocas, una división de
la eternidad. Es el período entre dos acontecimientos que
pueden identificarse. Y
cada día, sea cual fuere su duración,
consiste del tiempo necesario para sus
propósitos. Una
manera de medir el tiempo
es aquel que un cuerpo celeste
requiere para girar completamente sobre su eje. Por ejemplo,
Abraham dice que
"conforme a la manera del Señor", un día consiste de "mil años". Esto es "una revolución . . . de
Kólob", dice él, y está de acuerdo con la "manera de contar"
del
Señor (Abraham 3:4.)
No existe declaración revelada que especifique
que cada uno de
los "seis días"
de los que se habla en la Creación fueron
de la misma duración.
Las tres narraciones con
las que
contamos
son la mosaica, la abrahámica y la que se
presenta en los templos. Cada una de éstas
tiene como origen al profeta José Smith. Las narrativas
mosaica y abrahámica sitúan los acontecimientos creativos en los mismos días sucesivos. Seguiremos estas
narraciones de las Escrituras en nuestro análisis.
La narración del templo,
por razones que
han de ser obvias a los
que están familiarizados con sus enseñanzas, tiene
una división distinta de los acontecimientos.
Parece claro que los "seis días" se refieren a un período continuo
y que no hay lugar alguno donde deban
obligadamente colocarse
líneas divisorias entre los
acontecimientos sucesivos.
Las narraciones mosaica y del templo tratan la creación física,
o sea, la organización
de materia a su forma
tangible. No son relatos
de la creación espiritual. Abraham
nos da un anteproyecto de
la Creación cuando habla acerca
de los planes de los seres santos que efectuaron la obra creadora.
Después de recitar los acontecimientos de los "seis días", añade: "Y así fueron sus decisiones al tiempo que
acordaron entre
sí formar los cielos y la
tierra." (Abraham 5:3.)
Luego dice que
cumplieron con su obra tal como lo habían
planificado, ¡o que significa
que también podemos considerar la narración Abrahámica como una de la creación misma.
El primer día—Elohím, Jehová, Miguel y
una hueste de nobles y grandes participaron. "Los dioses"
crearon los cielos atmosféricos
y la tierra física. Estaba "sin forma, y vacía"; en tal
estado no podía servir de ningún propósito útil para la salvación
del hombre. Estaba "vacía y
desolada"; la vida no podía
aún existir en su superficie;
no era aún un lugar digno
para ser habitado por los hijos de Dios.
Las "aguas" de la gran "profundidad"
estaban presentes y la
"obscuridad prevalecía"
hasta que se dio el divino decreto:
"Haya luz". La luz
y la obscuridad entonces se "separaron", y una se llamó
"Día" y la otra "Noche". Es evidente
que nuestro planeta fue de esta manera formado como una orbe giratoria y colocada en su relación
actual con nuestro sol. (Véase Moisés 2:1-5; Abraham 4:1-5.)
El segundo día—En este día "las
aguas" fueron "separada[s]" entre la superficie de la tierra y
los cielos atmosféricos que la rodeaban.
Un "firmamento" o una "expansión" llamado "Cielo" se creó "de modo que separó las aguas que estaban debajo de la expansión,
de las aguas que estaban sobre la expansión". Es así que, al ver el desarrollo
de los acontecimientos creativos,
parece haberse provisto que nubes, lluvias y tormentas dieran vida a lo que aún en
el
futuro crecería y
moraría sobre la tierra.
(Véase Moisés 2:6-8;
Abraham 4:6-8.)
El tercer día—Este
es el día en el cual comenzó
la vida. En él "las aguas
. . . debajo del
cielo" fueron reunidas
"en un lugar", y "la tierra seca" apareció. Lo seco se llamó "Tierra", y las aguas se convirtieron en "Mar". Este es el
día en el que "los Dioses organizaron la tierra para que produjese"
pasto, hierbas, plantas y árboles, el mismo día
en el que la vegetación, con todas sus formas tan variadas, en efecto nacieron
de las semillas plantadas
por
los Creadores. Este fue el día cuando se dio el decreto para que
el
pasto, las hierbas, y los árboles sólo
podían nacer de su "propia semilla", y que cada uno, a su
vez, podía reproducirse "según su especie". Así es como se establecieron
los límites del reino
vegetal a manos de aquellos que crearon todo árbol y planta en su
gran variedad. (Véase Moisés 2:9-13; Abraham
4:9-13.)
El cuarto día—Después
de que las semillas, en su gran variedad, se hubieron plantado en la tierra, después de que éstas hubieron brotado y crecido, después de que cada especie fue preparada para que produjese fruto y
semilla según su género,
los
Creadores organizaron todas las cosas de tal manera que su jardín terrenal fuese un lugar
bello y productivo.
Ellos "organizaron las luces en la expansión del cielo" a fin de que
existiesen "estaciones" y una manera de medir "días" y "años". No hay
ninguna forma de poder saber qué cambios
se suscitaron entonces, pero durante este período el sol, la luna y
las estrellas asumieron la relación actual que
tienen con la tierra. Por lo menos,
la luz de cada una de ellas comenzó
a brillar a través de las nieblas que envolvían
la recién creada tierra, a fin de que pudieran
cumplir con su parte en referencia a todo
tipo de vida que pronto habría
de existir sobre la nueva orbe.
(Véase Moisés 2:14-19;Abraham 4:14-19.)
El quinto día—A
continuación llegaron el pez, el ave
y "todo animal viviente" cuyo ambiente natura! son "las aguas". Sus Creadores los colocaron en la tierra recién organizada, y se les dio el
mandato: "Fructificad y multiplicaos,
y henchid las aguas en el
mar; y multipliquense las aves
en la tierra." Este mandato, asi como el decreto similar que se le
dio
al hombre y que se
aplicaba a toda vida animal,
no podían entonces obedecer,
pero pronto podrían hacerlo. En
añadidura a este mandato estaba la divina restricción de que las
cosas que habían
sido creadas en las aguas sólo podían reproducirse "según su especie", y que toda "ave alada"
podía reproducirse "según su especie". No se hizo ninguna provisión
para que hubiese una evolución o cambio de una especie
a otra. (Véase Moisés
2:20-23; Abraham 4:20-23.)
El sexto día—El
día culminante de la creación ya estaba a la mano. En las horas
tempranas de ese día, los grandes
Creadores hicieron "las bestias de la
tierra según su especie,
y el ganado según su género, y todo
lo que se arrastra sobre
la tierra, según su naturaleza". Y se aplicaron las mismas restricciones procreativas sobre ellos
que sobre toda forma de vida; ellos también han de reproducirse sólo según su género.
Todo aquello de lo que hemos tratado
ya había sido creado,
pero ¿qué del hombre? ¿Se encuentra el hombre sobre la
tierra? No. De manera que "los Dioses" habiendo consultado
entre sí, dijeron: "Descendamos y formemos
al hombre a nuestra
imagen, conforme
a nuestra semejanza
... De modo que
los Dioses descendieron para organizar al hombre
a su propia imagen, para formarlo a imagen de los Dioses,
para formarlos varón y hembra." Entonces hicieron tal como habían
tomado consejo, y se llevó a cabo el acontecimiento
creador más glorioso de todos. El hombre es la mayor creación viviente que existe, de acuerdo con la
voluntad divina. El hombre es a la Imagen y semejanza del Padre
Eterno, y es a él a quien
se da "dominio"
sobre todas las cosas, A continuación,
y para que Sus propósitos progresen
eternamente, Dios los bendijo "varón y hembra", a quienes El había
creado, y les mandó diciendo: "Fructificad y multiplicaos,
henchid la tierra y sojuzgadla; y tened
dominio en los
peces del mar, y en las aves del cielo,
y en todo ser viviente que se mueve
sobre la tierra." Al
llegar a su fin el "sexto día",
los Creadores, viendo sus labores creadoras
con
satisfacción, percibieron que "todas las cosas"
que habían hecho
eran "buenas en gran manera". (Véase Moisés 2:24-31; Abraham 4:24-31.)
Tal es la narrativa revelada
de la creación. Nuestro resumen ha combinado elementos
de las narraciones mosaica, abrahámlca y del templo.
Es aquí donde en el registro mosaico, las Escrituras
dicen: "Así se terminaron
el cielo y la tierra y todas sus huestes." El Señor entonces descansó el "séptimo día". (Véase
Moisés 3:1-3.)
¿Por qué nos dio el Señor estas
narraciones reveladas
de la Creación? ¿Qué propósito tienen? ¿En qué forma nos ayuda este conocimiento
a labrar nuestra
salvación y centrar
nuestro amor en Aquel de quien
somos y por quien todas las cosas fueron hechas?
Es evidente que no hemos recibido ninguna
revelación que no necesitemos. Todo lo que el
Señor hace ¡o hace con un propósito.
El espera que atesoremos Su palabra, que
meditemos en nuestro corazón sus significados profundos y escondidos, y comprendamos su pleno significado. Aquellos qua han logrado hacerlo
saben que las narraciones reveladas
de la Creación están diseñadas para cumplir
dos grandes propósitos. Su propósito general es permitirnos comprender la naturaleza de nuestro período de prueba mortal, un período en el
que todos los hombres son probados
"para ver si harán
todas las cosas que
el Señor su Dios les mandare". (Abraham3:25.) Su propósito específico es el permitirnos comprender el sacrificio
expiatorio del Señor Jesucristo, el cual es la base
esencial de la religión
revelada.
Es justo decir que una
simple recitación de lo que aconteció
durante los "seis días"
y agregar que el Señor descansó el "séptimo
día" no aclaran, de por
sí, los propósitos de las narraciones sobre la creación. Es
así que el Señor, tal como se registra
en el capítulo 3 de la narrativa mosaica,
continúa con la explicación del propósito
y naturaleza de la
Creación. Se hacen comentarios
respecto a la
Creación, se revelan
algunos hechos y principios sin los cuales no podemos imaginar
lo que es la verdadera
doctrina de la Creación. Estas
declaraciones se introducen en la narrativa
histórica para darnos su
verdadero significado.
No son recitaciones cronológicas, sino comentarios de lo que ya
se había expuesto en su
orden consecutivo.
El Señor Introduce su
comentario tocante a la Creación diciendo que los acontecimientos de los "seis días" "son los orígenes del
cielo y de la tierra, cuando fueron
creados, el día en que yo,
Dios el Señor, hice el cielo
y la fierra". (Moisés 3:4).
Así que todas las cosas
han sido creadas, se ha concluido la obra y la narración
es revelada; pero
ésta sólo se puede comprender si se presentan algunas verdades adicionales, las cuales
tienen que ver con
la existencia preterrenal de todas
las cosas y la naturaleza paradisíaca de la tierra y de todas las cosas cuando primeramente
salieron de la mano
del Creador. Ambos conceptos están ligados
en las mismas frases, y en algunos casos las palabras
que se utilizan tienen
doble significado y se aplican tanto a
la vida preterrenal como
a la creación paradisíaca.
Es así que
el Señor dice que creó "toda planta del campo antes que existiese en la tierra, y toda
hierba del campo antes que creciese ... Y
yo, Dios el Señor, había creado a todos
los hijos de ¡os hombres; y no había
hombre todavía para que labrase ¡a
tierra; porque los había creado en el cielo." (Moisés 3:5.) Es claro que se habla
de la existencia
preterrenal de todas
las cosas. Esta tierra, todos
los hombres, animales, peces, aves,
plantas, todas las cosas
—todas han existido primero como espíritus. Su hogar fue el cielo, y la tierra
fue creada para ser el sitio donde pudieran asumir la mortalidad.
"Porque
yo, Dios el Señor, creé espiritualmente todas las cosas
de que he hablado, antes que
existiesen físicamente sobre la faz de la tierra."
Aplíquense estas palabras a la creación espiritual, por decirlo
así, y se discernirá su
veracidad. Sin embargo, tienen aún un significado mucho mayor.
A estas palabras les sigue
la declaración: "Pues yo, Dios el Señor,
no había hecho llover sobre
la faz de la tierra ... y aún
no había carne sobre la tierra, ni en el agua, ni
el aire; mas yo, Dios
el Señor, hablé, y subió de la
tierra un vapor, y regó toda la superficie de la tierra." (Moisés 3:5-6.) El Señor aquí hace una
declaración tocante a los
acontecimientos de los cuales se ha hablado, los acontecimientos
de los "seis días";
la narración de la creación física,
tangible o temporal que se describe
en
el capítulo 2 de Moisés. Allí dice que las cosas que así fueron hechas fueron creadas "espiritualmente" y que no estaban "físicamente sobre la faz
de la tierra", por las razones que ya se han
citado.
Es aquí donde
debemos introducir una declaración de nuestro décimo
Artículo de Fe: "Creemos . . . que la
tierra será renovada y
recibirá su gloria paradisíaca." Es decir, cuando la tierra fue
primeramente creada,
estaba en un estado
tal como se hallaba
en el jardín de Edén,
donde no existía la muerte.
Y cuando el Señor vuelva y comience
la era milenial, la
tierra regresará a su estado
paradisíaco. La tierra será renovada, se
convertirá en un nuevo cielo y una
nueva tierra donde reinará la rectitud. En aquel día, "no habrá
pesar, porque no habrá
muerte" como hoy la
conocemos. (D.yC. 101:29.)
Así aprendemos que la creación inicial
fue una creación paradisíaca; la muerte y la
mortalidad aún no habían
llegado al mundo. No
había carne " mortal sobre
la tierra para ninguna forma de vida. La creación
ya había tomado lugar, pero
la mortalidad, como nosotros la conocemos, todavía estaba en el futuro. Todas las cosas
habían sido creadas en un estado de inmortalidad. Fue de este día que Lehi dijo: "Y todas las cosas que
fueron creadas tendrían que haber permanecido en el mismo estado
en que se hallaban
después de ser creadas; y habrían permanecido para siempre, sin tener fin." (2 Nefi 2:22.)
Si no hay muerte, todas las cosas deben, por necesidad, continuar viviendo para siempre, sin conocer
fin.
El comentario
divino respecto a la Creación continúa, diciendo: "Y yo, Dios el Señor, formé
al hombre del polvo de la tierra,
y soplé en su nariz el aliento de vida;
y el hombre fue alma viviente, la primera carne
sobre la tierra, también el primer hombre; sin embargo, todas
las cosas fueron creadas con anterioridad; pero
fueron creadas espiritualmente y hechas conforme
a mi palabra." (Moisés 3:7)
¡Qué significado tan
profundo tienen
estas palabras! El cuerpo físico de Adán es hecho del polvo de la misma
tierra a la cual los Dioses
llegaron para formarlo. Su
"espíritu" entra al cuerpo, como Abraham lo expresa. (Véase Abraham 5:7.) El hombre
se convierte en un alma viviente, inmortal; el cuerpo y el
espíritu son unidos; ha sido creado
"espiritualmente", así como
lo fueron todas las cosas, porque no existe
aún
la mortalidad. Entonces Adán cae; comienzan la mortalidad, la
procreación y la muerte.
El hombre caído es mortal,
tiene carne que es mortal, y es "la
primera carne sobre la tierra". Y los
efectos de su caída recaen sobre
todas las cosas vivientes;
éstas caen también en el sentido
de que se hacen mortales. La
muerte entra al mundo, ¡a mortalidad reina, comienza la procreación y los grandes y eternos propósitos del Señor siguen
adelante.
Así, "todas las cosas" fueron creadas
como entidades espirituales en el
cielo; luego, "todas las cosas" fueron creadas en un estado paradisíaco sobre
la tierra, es decir, "fueron
creadas espiritualmente", porque aún no existía
la muerte. Tenían cuerpos espirituales formados
de los elementos de la tierra
a diferencia de los
cuerpos mortales que recibirían después de la Caída cuando la muerte entrara
a formar parte
de todas las cosas.
Los cuerpos naturales están sujetos a la muerte natural; los cuerpos espirituales,
siendo paradisíacos en naturaleza, no están
sujetos a la muerte. He aquí la necesidad de una caída
y la mortalidad y muerte
que la acompañan.
Es por esto que explica ¡a escritura: "Y yo, Dios el Señor,
planté un jardín hacia el oriente en Edén, y allí
puse al hombre que había
formado" (Moisés 3:8). Adán, nuestro padre,
vivió en el jardín de Edén. El
fue el primer hombre de todos los hombres en el día de su creación, y el se convirtió en
la primera carne de toda carne a consecuencia de la
Caída. Debido a la Caída,
todas las cosas cambiaron
de su estado espiritual
a un estado natural. Es así que leemos:
"Y de la tierra, yo, Dios el
Señor, hice crecer físicamente todo árbol que es agradable
a la vista del hombre; y el hombre podía verlos. Y también se tornaron en almas vivientes. Porque
eran espirituales el día en que
los creé." (Moisés
3:9:
cursiva agregada.)
En todo esto no existe
tal cosa como la
evolución de una especie a la
otra. La narración habla de "todo árbol" y de "todas las cosas". Considerando todo
ello como una
unidad colectiva, la narración continúa, diciendo: "Permanecen en la esfera
en que yo, Dios,
los creé, sí, todas las cosas
que preparé para el uso del hombre; y éste vio que
eran buenas como
alimento." (Moisés
3:9.)
El comentario del Señor
respecto a la Creación también Incluye: "Y de
la tierra. yo, Dios el Señor, formé a
toda bestia del campo y a toda ave del cielo;... y también fueron almas vivientes, porque yo, Dios el
Señor, soplé en ellos
el aliento de vida," (Moisés
3:19.) También dice, hablando
figurativamente, que Eva
fue formada de la costilla
de Adán. En aquel día, cuando ni la muerte ni las
experiencias que nos prueban en la mortalidad
habían entrado al mundo, "estaban ambos desnudos, el hombre y la mujer, y no se avergonzaban". (Véase
Moisés 3:31-25.)
Con respecto
a la Caída en sí, se
nos dice que el Señor
plantó "el árbol de la ciencia del bien y del mal" en medio del
jardín. (Moisés 3:9.) A Adán y
a Eva se les dio
el mandato: "De todo árbol
del jardín podrás comer
libremente, mas del árbol de
la ciencia del bien y
del
mal no comerás. No
obstante, podrás escoger según
tu voluntad, porque te es concedido; pero recuerda que yo lo prohibo, porque el día en que
de él comieres, de cierto morirás."
(Moisés 3; 16-17.) Nuevamente, la narración habla de manera figurativa.
El significado de participar del
bien y del mal es que nuestros
primeros padres
cumplieron con aquellas leyes
requeridas para que sus cuerpos
cambiaran de su estado
paradisíaco e inmortal
a un estado de mortalidad
natural.
En el capitulo 4 de Moisés se
nos da la narrativa
de la Caída. Adán y Eva toman
del fruto prohibido y la tierra
es maldecida y comienza
a producir cardos y espinos; es decir, la
tierra cae a su estado natural actual. Se identifica a Eva como "la madre
de todos los vivientes" (versículo 26), y ella
y Adán comienzan a procrear
"hijos e hijas" (Moisés 5:3).
De esta forma, el hombre es creado de tal manera que le es posible
caer. Cae y asi trae la
mortalidad, la procreación y la muerte a fin de ser redimido por el sacrificio expiatorio de nuestro Señor Jesucristo. Así es rescatado de la
muerte física y espiritual
que sobrevino al mundo con la caída de Adán a fin de lograr
la inmortalidad y la vida eterna.
La Creación, la Caída y la Expiación
están unidas con un
solo vínculo.
Estas verdades reveladas de la creación de todas
las cosas son contrarias a muchas de las especulaciones y teorías del mundo. Son, sin embargo, lo que la palabra inspirada dicta y tenemos el deber de aceptarlas. Somos sinceros al admitir
que nuestro conocimiento de la creación del universo, de esta tierra, del hombre, y de todas las
cosas vivientes, es muy
escaso —tal vez hasta podamos decir minúsculo— en comparación
con todo lo que
tenemos que aprender.
Pero el Señor nos ha revelado
tanto del misterio de la creación como es necesario
tener en nuestro estado de probación.
El nos ha revelado las verdades básicas que nos permiten comprender la verdadera doctrina de la Creación. Esta
doctrina es que el Señor Jesucristo es tanto el Creador como el
Redentor de esta tierra y de todo lo
que en ella hay, con la única excepción del hombre
mismo; es que el Señor Dios mismo, el Padre
de todos nosotros, vino a la
tierra y creó al hombre, varón y hembra, a imagen y semejanza
suya; es que la tierra y todo lo demás
fueron creados en un estado paradisíaco a fin de que
pudiera haber una caída; es que
el Gran Creador
se convirtió en el Redentor
a fin de rescatar a los hombres de los efectos de la Caída, y así llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna
del hombre; es que la Creación, la Caída
y la Expiación son los tres
pilares de la eternidad; es que
todos aquellos
que aceptan al Cristo como
Creador así como Redentor tienen la posibilidad de ser
coherederos con El y de esa manera
heredar todo lo que Su Padre tiene. Ciertamente Cristo es tanto el
Creador como ei Redentor, así como lo expresa la reproducción de mármol de la estatua
de Bertel Thorvaldsen, llamada Christus. ía
que se encuentra en el centro de visitantes en la Manzana del
Templo en Salt Lake
City,
Utah. Allí vemos al Creador en majestuoso mármol, parado en el
centro de la eternidad. En
el
cielo raso acupulado y en las paredes circundantes están
pintados los cielos con sus innumerables
orbes, todos en movimiento
en un universo organizado.
Al mirar lo que la mano del hombre ha creado, podemos percibir, en
una pequeña manera, el milagro de la
creación.
También
vemos en la estatua las
marcas de los clavos
en aquellas benditas
manos, las manos que sanaron
y bendijeron, y
también en los pies que anduvieron
por las polvorientas sendas de la tierra que sus propias manos habían creado. Vemos
la
cicatriz en el costado herido de donde surgieron sangre
y agua como señal de que la
Expiación se había cumplido. Y
nuevamente, nuestras mentes
son abiertas, en una forma
aún limitada, y percibimos
el milagro de la Redención.
Al meditar sobre
la maravilla de todas estas cosas,
nuestra vista y pensamientos descansan en la bella faz y sentimos aquel
poder que nos llama con los brazos
abiertos. Es entonces que aquella maravilla en mármol parece
tomar aliento, cobrar vida y decir:
"Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida." (Juan 14:6.) "Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar." (Mateo 11:28.)
Venid a mí y seréis
salvos. Venid, heredad el reino preparado desde la fundación del mundo
para todos los que
me aceptan como
Creador y Redentor. Venid, sed
uno conmigo; yo soy vuestro Dios.
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