EL CICLO TRÁGICO - por el presidente Marión G. Romney
El hecho de que los habitantes de la tierra se encuentren sumidos en una total confusión, no es secreto para nadie; el hecho de que el caos amenace a la sociedad es de conocimiento común. Si el curso actual de los hombres y las naciones no cambia, culminará en un desastre catastrófico.
Durante seis mil años las civilizaciones han surgido, han florecido, han declinado y han desaparecido, pasando por el mismo ciclo de acontecimientos.
Las civilizaciones se levantan de acuerdo con la obediencia de sus pueblos a las leyes sobre las que se basan la prosperidad, el éxito y la felicidad; Dios reveló estas leyes en el principio y, mediante sus profetas, las ha repetido en cada dispensación.
Las civilizaciones florecieron siempre que observaron esas leyes, declinaron en la misma proporción en que las desobedecieron, desaparecieron cuando esas leyes fueron completamente ignoradas.
Comenzando en los tiempos de Adán, al igual que en cada dispensación del evangelio, el Señor advirtió a los habitantes de la tierra que si continuaban violando las leyes de justicia por El reveladas, acarrearían sobre ellos la destrucción. Toda la historia, tanto sagrada como profana, da testimonio de la veracidad de esta predicción.
En el principio, el Señor les enseñó a Adán y Eva las leyes de justicia por las cuales podrían vivir en paz y prosperidad y ellos, a su vez, las enseñaron a sus hijos.
"Y Satanás vino entre ellos, diciendo: …No lo creáis; y no lo creyeron, y amaron a Satanás más que a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser carnales, sensuales y diabólicos." (Moisés 5:13.)
Durante siglos, los profetas llamaron repetidamente a la posteridad de Adán al arrepentimiento. Sólo el pueblo de Enoc escuchó y obedeció.
Al resto que quedó, el profeta "Noé... enseñó las cosas de Dios, aun como lo hicieron en el principio". Pero ellos no obedecieron.
"Y el Señor le dijo a Noé: No contendrá mi
Espíritu con el hombre para siempre... sin embargo, serán sus días ciento veinte años, y si los hombres no se arrepienten, mandaré las aguas sobre ellos.
Y aconteció que Noé exhortó a los
hijos de los hombres a que
se arrepintiesen; pero
no escucharon sus palabras;
...todo hombre se ensoberbecía en el designio de los pensamientos de su corazón, siendo continuamente malos.
Pero Noé continuó su prédica, diciendo:
"Creed y arrepentíos de vuestros pecados; bautizaos en el nombre
de Jesucristo, el Hijo de Dios... y recibiréis el Espíritu
Santo... y si no lo hacéis, os cubrirán
las aguas.
Y
Dios vio la tierra; y, he
aquí, se había corrompido ...
Y Dios dijo a Noé: Ha llegado para mí el fin de toda carne, porque la tierra se encuentra llena de violencia; he aquí, destruiré a toda carne de sobre la tierra." (Moisés 8:16-17, 20, 22, 24, 29-30.)
Noé y su familia fueron los únicos sobrevivientes.
Los habitantes de Sodoma y Gomorra pasaron por un ciclo similar. A ellos también se les advirtió pero no escucharon, y a causa de sus iniquidades.
"...Jehová
hizo llover sobre Sodoma
y sobre Gomorra
azufre y fuego...
Y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra." (Gen. 19:24-25.)
Jerusalén también fue destruida y sus habitantes fueron dispersados por la tierra, como consecuencia de haber rechazado las leyes de rectitud de Dios.
Al advertirles y llamarlos al arrepentimiento, Jesús dijo:
"Por
tanto, he aquí, yo os envío profetas
y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis
y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras
sinagogas, y perseguiréis de
ciudad en ciudad;
para que venga sobre
vosotros toda la sangre
justa que se ha derramado
sobre la tierra, desde la sangre
de Abel el justo hasta la sangre
de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el
altar.
De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación."
Previendo su destrucción, Él se lamentó de la siguiente forma:
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas, y apedreas
a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus
hijos, como la gallina junta a
sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste!'
He aquí vuestra casa os es dejada desierta." (Mateo 23:34-38.)
En las Américas, dos grandes civilizaciones, la jaredita y la nefita, fueron completamente aniquiladas por haber rechazado las leyes de justicia que Dios les había revelado.
En ambos casos el Señor, mediante sus profetas, denunció sus iniquidades, y les advirtió y predijo su destrucción si no se arrepentían. Pero ellos no lo hicieron, y en consecuencia fueron totalmente destruidos.
En la actualidad nos estamos aproximando al fin de un ciclo similar. Hemos sido advertidos de que estamos madurando en la iniquidad y que seremos destruidos si no nos arrepentimos.
En noviembre de 1831, el Señor dijo mediante su Profeta, José Smith:
"Escuchad, oh Pueblo de
mi iglesia,.. de cierto
os digo: Escuchad,
vosotros, pueblos lejanos;
y vosotros, los que
estáis sobre las
islas del mar, escuchad juntamente.
Porque, de cierto, la voz del Señor se dirige a todo hombre y no hay quien escape: y no hay ojo que no verá, ni oído que no oirá, ni corazón que no será penetrado.
Y los rebeldes serán
afligidos con mucho pesar; porque se pregonarán
sus iniquidades desde los techos
de las casas, y serán revelados sus hechos secretos.
Y la voz de amonestación irá a todo pueblo por
las
bocas de mis discípulos... E irán y nadie los impedirá, porque yo, el Señor, se lo
he mandado...
Por tanto,
la voz del Señor llega hasta
los extremos de la tierra, para que oigan todos los que
quieran oír.
Preparaos, preparaos
para lo que viene, porque
el Señor está cerca;
Y
está encendida la ira del
Señor, y su espada se embriaga
en el cielo, y caerá
sobre los habitantes de la tierra.
Y será revelado el brazo del Señor; y viene el día en que aquellos que no oyeren la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni hicieren caso de las palabras de los profetas y apóstoles, serán desarraigados de entre el pueblo." (D. y C. 1:1-5, 11- 14.)
Con esta declaración, el Señor menciona la causa de la difícil situación en la que se encuentran los habitantes de la tierra en la actualidad:
"Porque
se han desviado de mis ordenanzas, y han violado mi convenio sempiterno.
No buscan
al Señor para
establecer su justicia, sino que todo nombre anda por su propio
camino, conforme a la imagen de su propio Dios, cuya imagen es a semejanza
del mundo, y cuya sustancia es la de un ídolo, que se envejece y que perecerá en Babilonia, aun la grande
Babilonia que caerá,
Por tanto,
yo, el Señor, sabiendo
de las calamidades que vendrían sobre los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José
Smith, hijo, le hablé
desde los cielos y le di mandamientos;
Y también les di mandamientos a otros para que proclamasen estas cosas al mundo." (D. y C. 1:15-18.)
Entre las cosas que habían de ser proclamadas al mundo, había desastres inminentes. El dijo por ejemplo:
"Porque una plaga asoladora
caerá sobre los habitantes de la tierra
y seguirá derramándose, de
cuando en cuando, si no se arrepienten,
hasta que se quede
vacía la tierra, y los habitantes de ella sean consumidos y enteramente destruidos por el resplandor de mi venida.
He aquí, te digo estas cosas aun como anuncié al pueblo la destrucción de Jerusalén; y se verificará mi palabra en esta ocasión así como se ha verificado antes." (D. y C. 5:19-20; cursiva agregada.)
Más adelante El llamó a José Smith el Profeta y le dijo:
"Escuchad
la voz
de Jesucristo, vuestro
Redentor...
Y sois llamados
para efectuar el recogimiento
de mis electos...
... a fin de preparar sus corazones y prepararse ellos mismos en todas
las cosas, para el
día cuando se derramarán tribulación
y desolación sobre
los malvados.
Porque la hora está cerca,
y próximo el día cuando el mundo estará maduro; y todos
los soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo, y los abrasaré,
dice el Señor de los Ejércitos, a fin de que
la maldad no exista en la tierra.
Porque la hora está
cerca, y lo que fue dicho por mis apóstoles
tiene que cumplirse; porque
tal como hablaron, así acontecerá;
Porque con poder y gran gloria yo me revelaré desde
los cielos con todas
sus multitudes, y. moraré en justicia con los hombres
sobre la tierra por mil años, y los
malvados no permanecerán.
Mas,
he aquí, os digo que antes que
llegue ese gran día,
el sol se obscurecerá y la
luna se tornará en sangre; las estrellas caerán del cielo, y habrá señales mayores arriba en el
cielo así como abajo en la tierra.
Y habrá lloros y gemidos entre las multitudes de los hombres
Y se enviará
una inmensa granizada para destruir
las cosechas de
la tierra.
Y acontecerá que a causa de la
iniquidad del mundo, me vengaré
de los malvados,
porque no se arrepentirán; pues la
copa de mi indignación está llena; y mi sangre
no
los limpiará si no
me escucharen.
Por
lo que, yo, el Señor, enviaré
moscas sobre la faz de la
tierra, las que se apoderarán de sus habitantes, comerán su carne
y harán que gusanos se críen
en ellos;
Y serán atadas sus lenguas a fin de que no hablen contra^mí; y sus carnes caerán de sus huesos, y se les saldrán los ojos de sus cuencas." (D. y C. 29:1, 7-11, 14-19.)
Comprendo mis queridos hermanos y hermanas, que estas predicciones no son placenteras, pero sin embargo hablan la verdad. Son las palabras del Dios verdadero y viviente, quien dijo:
"He aquí, te digo estas cosas aun como anuncié al pueblo la destrucción de Jerusalén;, y se verificará mi palabra en esta ocasión así como se ha verificado antes." (D. yC. 5:20.) -
Hay sólo una forma en que estas calamidades inminentes se pueden evitar, y es por medio del arrepentimiento. Vosotros sabéis y yo sé que los habitantes de la tierra están sumidos en el pecado y la iniquidad, y que están hundiéndose cada vez más en esa situación.
Pero—y éste es el glorioso mensaje— El Señor no sólo dio advertencias sino que también reveló nuevamente los medios por los que se pueden evitar las calamidades.
Nuevamente ha revelado las mismas simples verdades que enseñó a Adán y a Eva en el comienzo. Colectivamente, estas enseñanzas constituyen los principios, la doctrina y ordenanzas del Evangelio de Jesucristo, que tienen su origen en el conocimiento y la fe en Dios como nuestro Padre Eterno en los cielos, y en Jesucristo como su Hijo Unigénito en la carne, nuestro Salvador y Redentor. Incluyen la verdad acerca de que los habitantes de la tierra, la estirpe de Dios, se encuentran en la mortalidad con el propósito de ser probados y ver si guardan los mandamientos de Dios.
Estos mandamientos no son edictos arbitrarios de un tirano vengativo; sino que establecen leyes, la obediencia a las cuales produce—por la ley de causa y efecto—, la paz, el éxito y la felicidad. El rechazo y la desobediencia a estas leyes, produjo siempre en el pasado y continuará produciendo el fracaso y el desastre como consecuencias naturales.
Se puede evitar la precipitación de las calamidades previstas, que cerrarán el ciclo trágico, si los habitantes de la tierra se arrepienten, creen, y tienen fe en Dios como nuestro Padre Celestial, en su Hijo Jesucristo como nuestro Redentor, y se ajustan a sus instrucciones. Un buen comienzo sería el de obedecer los mandamientos que Dios les dio a los hijos de Israel por intermedio de Moisés, cuando dijo:
"Yo Soy Jehová tu Dios...
No tendrás dioses ajenos delante de mí;
No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; .. .
Acuérdate del día de
reposo para santificarlo...
Honra a tu padre y a tu madre...
No matarás.
No cometerás adulterio.
No hurtarás.
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
No codiciarás." (Ex. 20:2-3, 7-8, 12- 17.)
Si los habitantes de la tierra obedecen estos mandamientos, y además se esfuerzan de todo corazón en obedecer las palabras de Jesús: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente", y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:37,39), las calamidades predichas pueden ser prevenidas. Solamente, de esta forma podrá evitarse el fin del ciclo trágico de la actualidad.
Que así sea, no lo puedo decir, pero lo que sí sé y digo, es que en el tiempo de Enoc había una Sión en la cual aquellos que obedecieron las leyes de Dios fueron salvados, por lo cual habrá también una Sión en esta última dispensación en la cual todos aquellos que vivan de acuerdo con las leyes reveladas por Dios, serán salvos.
De
todas estas cosas que el Señor ha hablado, os doy mi propio testimonio en el nombre
de Jesucristo. Amén.
(Conferencia general de octubre de 1977)
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