FORTALECIENDO EL HOGAR - por el presidente Harold B. Lee

TIEMPOS DIFÍCILES

Nos hallamos en tiempos difíciles. Por todo el mundo existen influencias que procuran acometer el hogar, las relaciones sagradas de esposo y esposa, de padres y sus hijos.


La misma influencia perniciosa tienen por delante nuestros miembros adultos de la Iglesia que no están casados. Cuán afortunados somos en poder tener en medio de todo esto las enseñanzas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que dirige la Iglesia. Son nuestras sus palabras y las de sus profetas, para ayudar a fortalecer nuestros hogares y traer a ellos mayor paz y felicidad. 

No hay ningún otro pueblo sobre la faz de la tierra, que yo sepa, que tenga los altos conceptos del matrimonio y del carácter sagrado del hogar, que poseen los Santos de los Últimos Días.

En una revelación dada en nuestra época, el Señor dijo:

". . . el matrimonio es instituido de Dios para el hombre. Por lo tanto, es lícito que tenga una esposa, y los dos serán una carne, y todo esto para que la tierra cumpla el objeto de su creación."

Sin embargo, se ven evidencias inequívocas de que los mismos peligros que andan por el mundo se hallan entre nosotros, tratando de destruir esta institución dada de Dios que es el hogar. He tenido el privilegio, en el curso de los años, visitar, con otras de las Autoridades Generales, algunos de los hogares más agradables de nuestros miembros, y es en estas visitas que he observado algunas cosas que deseo mencionaros, ya que sugieren los elementos que contribuyen a la fuerza y la felicidad en el hogar.

EL AMOR FAMILIAR TRAE LA FELICIDAD

Si yo fuera a señalar la primera cosa que siempre me impresiona en los hogares de nuestros buenos Santos de los Últimos Días, yo diría que es el amor por los niños y el deseo de tenerlos.

Hace unos años leí algunas estadísticas del Departamento Demográfico de los Estados Unidos, en las cuales se indicaba que de los 180.000 divorcios habidos durante el año, el 57 por ciento del total ocurrió en los hogares donde no había hijos; el 21.2 por ciento donde sólo había un niño, y en las familias donde había 5 hijos o más, menos del uno por ciento de divorcios. Ciertamente el amor y unidad de los padres constituye una garantía segura de la felicidad del hogar.

EL PRIVILEGIO DE LA MATERNIDAD

Hace algún tiempo tuve el privilegio de enterarme de la influencia que provenía de uno de estos hogares, en una carta que escrib una bella hija que acababa de dar a luz su primer niño.

La criatura había llegado en las primeras horas de la mañana, y ya entrada la tarde la madre se hallaba en un estado meditativo, y en medio de sus reflexiones había escrito a su familia. En su carta se refirió, primero, a sus impresiones y sentimientos en cuanto al milagro de la maternidad; cómo se sentía privilegiada por haber participado en esa grande y maravillosa creación.

Entonces escribió lo siguiente:

"Me admira que no les sea requerido a las mujeres pasar por algo más que los dolores del alumbramiento para, traer a estos pequeñitos de otro mundo a este. Me parece tan adecuado que nosotras, por medio del dolor, nos veamos obligadas a introducirnos en otra esfera, por lo menos unos cuantos minutos, para poder en cierto modo traer a nuestro niño de la mano a este mundo nuevo."

Me hace recordar las palabras de un joven a su prometida y la respuesta que ella le dio, cuando le propuso aplazar su matrimonio por falta de fondos. Le dijo en son de broma: "Creo que probablemente todo lo que podré prometerte es una choza en la campiña." Y ella contestó: "Por mi parte estoy conforme; entonces si es que logramos algo más, será de los dos y no solamente tuyo."

HIJOS E HIJAS DIGNOS

Estoy pensando en la madre que, bendecida con una familia de mujeres jóvenes, se arrodillaba todas las noches y rogaba a Dios que en algún lugar hubiera una madre que estuviese criando hijos dignos de ser los esposos de sus hijas. Sucedió que las hijas finalmente se casaron, y al hablar con las madres de sus hijos políticos se dio cuenta de que ellas habían estado orando, desde el día en que nacieron sus hijos, que en algún lugar Dios estuviese preparando mujercitas dignas de llegar a ser las esposas de sus hijos.

Os digo, hermanos y hermanas, que estos nobles conceptos del hogar, la familia y las responsabilidades del hogar y la familia constituyen garantías seguras de un hogar feliz.

CONTACTOS IMPORTANTES

Hace algún tiempo visité a una madre que había criado una familia sobresaliente. Hablamos acerca de las cosas que le habían ayudado a conservar a su familia en la vía recta, y me dijo esto:

"Hermano Lee, lo convertí en regla, cuando nacieron mis hijos, que iba a tener el mayor contacto que me fuera posible tener con mis hijos en el hogar. Siempre estaba al cuando salían para la escuela.

Determiné dejar de lado todo lo demás, en caso necesario, para estar allí cuando volvieran a casa; estaba presente cuando tenían sus fiestecitas e invitaban a sus amigos al hogar; y siempre esperaba, cuando mis hijos salían de noche, a fin de recibirlos cuando volvían, porque descubrí que en esos momentos yo podía establecer la franqueza entre nosotros, y esto me permitía gozar de su confianza, la cual con el curso de los años se constituyó en un compañerismo que los mantuvo a salvo en tiempos difíciles."

¡Qué bendición es tener una madre con tal prudencia! Los hijos que en esta forma son instruidos, con quienes las madres y los padres han establecido tal compañerismo. . .

. . . en épocas de inquietudes y tormentas se volverán al padre y a la madre, como el barco que en medio de la tempestad se esfuerza por llegar al puerto.

DAD EL EJEMPLO

En calidad de padres, nuestra es la responsabilidad de enseñar la castidad a nuestros hijos, para que contraigan matrimonio limpios de la transgresión sexual.

Aparentemente por motivo de la importancia que él vio en cuanto al amor en el hogar, el apóstol Pablo hizo esta afirmación:


"Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. . . Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos" , que significa, desde luego, su vida 

Y otro profeta condenó en estas palabras la infidelidad de los hombres hacia sus compañeras y a aquellos que habían fracasado en su responsabilidad como padres:

"Porque yo, el Señor, he visto el dolor y he oído el lamento de las hijas de mi pueblo en la tierra de Jerusalén; sí, y en todas las tierras de mi pueblo, a causa de las iniquidades y las abominaciones de sus maridos. . .

"Habéis quebrantado los corazones de vuestras tiernas esposas y perdido la confianza de vuestros hijos por los malos ejemplos que les habéis dado; y los sollozos de sus corazones ascienden a Dios contra vosotros. Y a causa de la severidad de la palabra de Dios que desciende contra vosotros, han perecido muchos corazones, traspasados de profundas heridas."

Maridos, sed fieles a vuestras mujeres; y mujeres, sed fieles a vuestros maridos. Guardaos del gran pecado de Sodoma y Gomorra. Ha sido tachado de ser un pecado de tal gravedad que sólo el pecado del asesinato es mayor.

Me refiero al pecado de adulterio, que como vosotros sabéis, fue la palabra que usó nuestro Maestro al referirse a los ilícitos pecados sexuales de la fornicación y el adulterio, y además de esto, el igualmente grave pecado de la homosexualidad que está logrando mayor ímpetu con la aceptación social en la Babilonia del mundo actual, de la cual los miembros de la Iglesia no deben ser parte. Aun cuando estamos en el mundo, no debemos ser del mundo. Cualquier esfuerzo que estén haciendo las escuelas o los centros de diversión para presentar descaradamente las perversiones sexuales, que no logran cosa alguna sino incitar al experimento, debe encontrar en los miembros del sacerdocio de esta Iglesia una resistencia vigorosa e inflexible por todo medio legal que pueda utilizarse.

Los jueces comunes de Israel, nuestros obispos y presidentes de rama, nuestros presidentes de estaca y distrito, no deben cruzarse de brazos y dejar de aplicar dentro de su jurisdicción correspondiente las medidas disciplinarias claramente expuestas en las leyes del Señor, ni dejar de proceder según lo declarado en instrucciones claras y sencillas que no pueden interpretarse equívocamente.

Jamás debemos permitir que la misericordia supuesta, extendida al pecador no arrepentido, robe a la justicia en la cual se funda el arrepentimiento verdadero de prácticas inicuas.

NOS OPONEMOS AL ABORTO

Permítaseme decir en esta oportunidad que nosotros los de la Iglesia nos oponemos inalterablemente al aborto. La única excepción sería en los casos en que los médicos descubren que es necesario el aborto para salvar la vida de la madre. Reafirmamos que el primer propósito del matrimonio es traer hijos al mundo, y que éstos deben ser bienvenidos.

PUEDEN REMITIRSE LOS PECADOS

Ahora bien, posiblemente algunos de vosotros habéis cometido errores e indudablemente habéis pecado. Satanás, el maestro de mentiras, tratará de haceros creer que porque habéis cometido un error, todo se ha perdido. Intentará persuadiros a que continuéis llevando una vida de pecado. Esta es una mentira muy grande.

Uno puede arrepentirse de todos los pecados salvo el pecado imperdonable, que es el pecado contra el Espíritu Santo; y por el poder de la redención y el evangelio de Jesucristo, todos los pecados pueden ser remitidos, pero esto no puede llevarse a efecto sino hasta que nosotros, los que hemos pecado, hayamos hecho cuanto podamos, como lo han enseñado los profetas, por rectificar el mal que cometimos a la vista de Dios.

En una palabra, arrepentirse significa apartarse de lo malo que habéis hecho a la vista del Señor y nunca volver a repetir ese error. Entonces podemos lograr el milagro del perdón. "Pero, ¿cómo puedo saber que el Señor me ha perdonado mis pecados?" —podréis preguntar. En el Libro de Mormón hay un ejemplo que da la respuesta.

En la época del gran profeta y rey Benjamín, de quien se habla en el Libro de Mosíah, éste había predicaba con tanta fuerza, que el pueblo sintió compunción dentro de sus corazones y quiso tener la sangre expiatoria del Salvador mediante la cual podían ser lavados sus pecados; y en su clamor dijeron: "Sabemos que nuestros pecados han sido perdonados, porque hay paz en nuestra conciencia."

PRIMERO LA ORACIÓN, DESPUÉS LOS DURAZNOS

Mucho de lo que yo sé acerca de ser padre es lo que he aprendido con los años en el laboratorio de mi propio hogar.

Recientemente llegó a mis manos un discurso que una de mis propias hijas había preparado para un grupo de madres e hijas, en la cual relató una experiencia con su hijo primogénito. En este discurso relató la experiencia que ahora os cito: "Hace muchos años, cuando nuestro hijo mayor era muy pequeñito, una noche calurosa de verano me hallaba desesperadamente tratando de acabar de envasar algunos duraznos después de la cena. Estoy seguro que todos ustedes conocen bien la escena, especialmente ustedes venes madres. Durante el día todo se nos amontona, de modo que no podemos iniciar el proyecto y terminarlo; y ahora, habiendo acostado al niño, y el esposo en camino a su reunión a tiempo, y los hijitos de tres y cuatro años con sus pijamas casi puestas para ir a acostarse, pensamos que ha llegado la ocasión para terminar los duraznos. Nos damos cuenta de que están madurando rápidamente y que posiblemente no duren hasta el día siguiente.

"Tal era la situación en que me encontraba esa noche, así que estaba empezando a pelar y deshuesar los duraznos, cuando se presentaron mis dos niños en la cocina y anunciaron que estaban listos para decir sus oraciones.

"En mi afán, y no queriendo verme interrumpida por la centésima vez, les dije en el acto: Miren niños, ¿por q no van y dicen sus oraciones solos esta noche, y mamá podrá seguir trabajando con estos duraznos?

"Pero David, el mayorcito, plantó sus pequeños pies firmemente delante de mí, y preguntó, sin la menor aspereza: Pero, mami, ¿qué es más importante, la oración o los duraznos? Poco comprendí entonces, como joven madre y esposa atareada, que en mi vida futura surgirían muchos dilemas semejantes que yo tendría que encarar, grandes y pequeños, al desempeñar este papel de esposa y madre en mi hogar, y que mi éxito en esta responsabilidad dependería de la manera en que yo pudiera resolver los problemas. Tal fue mi alternativa en esta ocasión, y como yo lo veo, tal es vuestra alternativa hoy como esposas y madres. La manera en que la resolvamos es la cuestión importante en nuestras vidas."

¡Qué lección en cuanto a la precedencia le enseñó a su madre ese pequeñito! ¡La oración debe venir antes que los duraznos!

AMOR, CONFIANZA Y FE

Ahora bien, maridos, recordad que la parte más importante de la obra del Señor que jamás realicéis será la obra que podáis efectuar dentro de los muros de vuestro propio hogar. La orientación familiar, la obra del obispado y otros deberes todos son importantes; pero el de mayor importancia es el que está dentro de los muros de vuestro propio hogar.

Y vosotras, esposas, quisiera suplicaros que procuréis comprendernos, hombres tercos, testarudos, a veces descuidados e irreflexivos que somos. ¿No procuraréis de cuando en cuando penetrar esa aspereza, esa corteza exterior, y continuar diciéndonos que os comprendéis, que deseáis ayudar* y que queréis ser parte de nuestras vidas? No deis lugar a que vuestro marido diga, y lo diga de corazón: "Mi esposa no aprecia lo que yo hago. No le importa." Y en igual manera, vosotros maridos, no deis lugar a que vuestra compañera se queje de que ninguna expresión de agradecimiento recibe por todo su sacrificio y servicio. Tal resentimiento dentro de vuestros corazones algún día puede hacer explosión. De modo que os suplico que pongáis el fundamento sobre un cimiento sólido y firme de amor, confianza y fe. Comenzad el día con una oración familiar. Arrodillaos juntos antes de acostaros. Tal vez hubo durante el día alguna aspereza y la mejor manera de allanarla es arrodillarse juntos en oración. No dejéis de enseñar a vuestros pequeñitos en sus tiernos años a tener la oración familiar. Tened cuidado de hacerlo.

LOS QUE ESTÁN SIN COMPAÑERO


Algunos de vosotros no tenéis actualmente un compañero o compañera en vuestro hogar. Algunos habéis perdido a vuestra esposa o esposo, y algunos quizá no habéis encontrado todavía un compañero. 

En vuestras filas se hallan algunos de los miembros más nobles de la Iglesia, miembros fieles y valientes que se están esforzando por vivir de acuerdo con los mandamientos del Señor, por ayudar a edificar el reino sobre la tierra y servir a vuestros semejantes.

Es tanto lo que la vida os ofrece. Cobrad la fuerza para hacer frente a vuestros problemas. Hay tantas maneras de hallar cumplimiento, sirviendo a los que son amados de vosotros, cumpliendo bien las tareas que están ante vosotros en vuestro trabajo o en el hogar. La Iglesia os ofrece tantas oportunidades de ayudar almas, comenzando por la vuestra, a encontrar el gozo de la vida eterna.

No dejéis que la autoconmiseración o la desesperación os aparten del curso que sabéis es el recto. Tornad vuestros pensamientos a prestar servicio a otros. Para vosotros tienen significado particular las palabras del Maestro: "El que halla su vida la perderá; y el que pierde su vida por causa de la hallará”.


También estas palabras del rey Benjamín: "He aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis en el servicio de vuestros semejantes, sólo estáis en el servicio de vuestro Dios."

EXALTACIÓN  

Dios conceda que los hogares de los Santos de los Últimos Días sean bendecidos, y que en ellos se logre la felicidad aquí y el fundamento para la exaltación en el reino celestial en el mundo venidero. 

(texto de una película en la que participó el presidente Harold B. Lee,

y la cual se presentó en las conferencias de estaca durante el primer semestre de 1973)

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