EL DON DE SABER ESCUCHAR - por el Presidente Boyd K. Packer

Quisiera en esta oportunidad, dirigirme a los venes en cuanto al tema de la oración, y en lo tocante a lo que acontece como resultado de las oraciones,

En la mayoría de los casos, en la Iglesia tenemos éxito al enseñar a nuestros miembros a orar. Aun a los más pequeños se les enseña a cruzar los brazos e inclinar la cabeza, y con un poco de ayuda de sus mayores, pronto aprenden a orar.

Hay una parte del proceso de la oración que quizás, al compararla con la otra, tendemos a dejar de lado; me refiero a la parte de la respuesta.

Hay ciertos elementos que se relacionan con la respuesta a vuestras oraciones, que podéis aprender mientras sois venes, lo cual constituirá una gran protección para vosotros. Hace muchos años una tarde de verano en que el naturalista John Burroughs, caminaba por un parque atestado de gente, oyó entre los ruidos de la vida urbana el canto de un pájaro. Se detuvo para escuchar mas percibió que los que estaban a su alrededor ni siquiera lo habían oído, que para los demás había pasado totalmente inadvertido.

Le molestó sobremanera que las demás personas fueran insensibles a algo tan hermoso. Echo mano al bolsillo, tomo una moneda y la dejó caer. Cuando ésta chocó contra el pavimento, produjo un sonido no más intenso que el del canto del pájaro, y, sin embargo, muchos se volvieron; eso sí lo habían oído.

Es difícil aislar el canto de un pájaro de todos los demás ruidos de una ciudad con su agitado transitar pero uno puede escucharlo con absoluta nitidez si se capacita y predispone para ello.

Uno de nuestros hijos mostró siempre un interés especial en todo lo que se relacionaba con la radiodifusión. Cuando era pequeño, en una Navidad, su regalo fue un juego para armar su propio aparato de radio.

A medida que fue creciendo, siempre que podíamos afrontar el gasto y toda vez que lo mereciera, le fuimos regalando equipos más complejos.

Muchas han sido las oportunidades a lo largo de los años, aun hasta hace poco, en que me he sentado a su lado mientras hablaba él por radio con otros radioaficionados de regiones distantes de la tierra, y he podido oír las descargas atmosféricas que interferían con la recepción, y captar una palabra o tal vez dos, y a veces hasta más de una voz al mismo tiempo; pero, pese a ello, él podía entender sin mayores problemas, pues estaba capacitado y predispuesto para aislar las interferencias.

Muchas veces resulta difícil separar de la confusión que crea la vida, la apacible voz de la inspiración, y a menos que estéis en la sintonía correcta, no la podréis percibir.

Las respuestas a nuestras oraciones llegan de una forma sumamente queda; las Escrituras se refieren a la voz de inspiración como a un silbo apacible y delicado (véase 1 Reyes 19:12).

Si ponéis todos vuestros mejores esfuerzos, sin duda aprenderéis a percibir esa voz.

En los principios de nuestro matrimonio, nos nacieron hijos con muy poca diferencia de tiempo entre uno y otro, y como lo saben quienes son padres de niños pequeños, contadas noches pueden descansar ininterrumpidamente.

Si uno tiene un recién nacido y otro al que le están saliendo los dientes, y otro con fiebre, puede levantarse hasta cien veces en la noche. Tal vez sea esta una exageración; es posible que sean tan solo veinte o treinta las veces que uno se levanta.

Finalmente, decidimos dividirnos los niños, asignando algunos de ellos a mi esposa y el resto a mí, cuando se hiciera necesario atenderlos durante las noches. Si lloraba el recién nacido, se levantaba ella, y si lloraba el otro, al que le estaban saliendo los dientes, era mi turno.

Un día llegamos a darnos cuenta de que era tal el entrenamiento que teníamos, que cada cual escuchaba sólo al que debía atender, y seguía durmiendo plácidamente si lloraba uno de los asignados al otro.

Siempre nos llamó la atención este asunto, y llegamos a la conclusión de que uno puede capacitarse y predisponerse a escuchar lo que en verdad quiere escuchar, al igual que a ver o a sentir aquello en lo que uno tiene interés; y lo único que se requiere es práctica. Muchas son las personas que pasan por esta vida y rara, o ninguna vez, escuchan la voz de la inspiración, y eso es debido a lo que dice la escritura:

"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para el son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente." (1 Cor. 2:14.)

Las Escrituras cuentan con innumerables lecciones en cuanto a este punto.

Lehi compartió con sus hijos una visión, mas Lamán y Lemuel rechazaron sus enseñanzas:

"Porque verdaderamente les había dicho muchas cosas de gran importancia que eran difíciles de comprender, si no recurrían para ello al Señor; y como eran duros de corazón, no acudían al Señor como debían de haberlo hecho." (1 Nefi 15:3.)

Alzaron sus protestas ante su hermano menor, Nefi, en el sentido de que no podían comprender a su padre, por lo que Nefi les preguntó:

" . . . ¿Os habéis dirigido al Señor para ello?

Y me contestaron: No; porque el Señor no nos da a conocer estas cosas a nosotros." (1 Nefi 15:89.)

Posteriormente, cuando procuraron hacer daño a Nefi, éste les dijo:

"Estáis prontos a cometer la iniquidad, y lentos en recordar al Señor vuestro Dios. Habéis visto a un ángel que os ha hablado; si, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz dulce y delicada, pero habíais perdido todo sentimiento, de modo que no pudisteis percibir sus palabras." (1 Nefi 17:45; cursiva agregada.)

He llegado a saber que la inspiración se manifiesta más como un sentimiento que como un sonido.

Conservaos de tal manera que podáis recibir dicha inspiración.

También he llegado a creer que el propósito fundamental de la Palabra de Sabiduría está íntimamente ligado a la revelación.

Desde vuestra más tierna infancia os enseñamos a absteneros del uso del café, de las bebidas alcohólicas, del tabaco, de las drogas y de todo aquello que pueda afectar vuestra salud, y nos preocupa sobremanera cuando nos enteramos de que alguno de vosotros está experimentando esas cosas.

Si una persona que se encuentra presa de los efectos de las mencionadas substancias apenas puede entender unas simples palabras, ¿cómo podría percibir los susurros del Espíritu que penetran hasta lo más íntimo de su ser?

Pese a lo valioso de la Palabra de Sabiduría como la ley de salud, puede resultar para vosotros de mayor valor en lo espiritual que en lo físico, ya que aun cuando la observéis, habrá calamidades físicas a las que os veréis irremediablemente expuestos; pero tales males, por lo general, no llegaran a dañaros espiritualmente.

Cuando lleguéis a ser padres o madres, no permitáis que vuestros hijos carezcan de la guía necesaria, a causa de hábitos que os priven de la debida inspiración.

El Señor tiene una forma de hacer que la inteligencia pura penetre en nuestra mente para impulsarnos y guiarnos, y también para enseñarnos y ponernos sobre aviso, y vosotros podéis llegar a saber lo que tenéis que saber en forma instantánea. Vuestra es la responsabilidad de aprender a recibir tal inspiración.

Aun nuestras actividades para la juventud tienen algo que ver con la inspiración, pues ellas incluyen el servicio al prójimo. La inspiración nos llega con mayor facilidad cuando la necesitamos para ayudar a los demás, que cuando lo que nos preocupa es nuestra propia necesidad.

Algunos venes se muestran un tanto resentidos cuando hacemos comentarios concernientes a cosas tales como ciertos estilos de música muy de moda en nuestros días.

¿Es que acaso no podéis ver que os resultará tremendamente difícil obtener la tan necesaria inspiración cuando vuestra mente se encuentra colmada de tales influencias?

La debida clase de sica, por otro lado, podrá prepararos para recibir dicha inspiración.

También debéis saber que además de los trastornos atmosféricos y la interferencia que muchas veces perturban las transmisiones, hay sales falsas.

Algunas personas han recibido, revelaciones y escuchado voces que se han verificado en forma deliberada por fuentes malévolas, con el fin de conducirlas por el camino equivocado. Vosotros podéis aprender a reconocer tales señales falsas y quitarlas de vuestra sintonía, si lo deseáis.

¿Cómo podréis notar la diferencia? ¿Cómo podréis saber si un determinado impulso es una inspiración o una tentación?

Mi respuesta a tales preguntas no puede menos que dejar traslucir la enorme confianza que tengo en nuestros venes. Creo que los venes son razonables por naturaleza y que responden cuando se les enseña debidamente.

En la Iglesia no nos vemos privados del sentido común; para comenzar, sabréis que ninguna fuente del bien os impulsará a robar, o a mentir o a proceder deshonestamente, ni a que os veáis envueltos en clase alguna de transgresión moral.

Sois dueños de una conciencia que os conducirá a reconocer las cosas que son eqvocas; no la apaguéis. Una vez más, las Escrituras nos dicen algo importante. Leed en el Libro de Mormón el capítulo 7 de Moroni. De tal capitulo os citaré el versículo que dice:

"Porque he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y tan palpable es la manera de juzgar, a fin de que podáis discernir con perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche." (Moroni 7:15.)

Leed todo el capítulo, allí podréis aprender como juzgar tales cosas.

Si en alguna oportunidad os sentís confundidos y consideráis que estáis siendo guiados por el camino equivocado, recurrid al consejo de vuestros padres y al de vuestros líderes.

Jóvenes, vosotros seréis quienes guiaréis esta Iglesia en el mañana. Estamos organizados para haceros participar en la forma más plena posible en las actividades y administración de la Iglesia.

Ya se os ha enseñado a orar; ahora debéis aprender a recibir respuestas. Es bueno que aprendáis en vuestra juventud que las cosas espirituales no pueden ser forzadas.

En ocasiones lucháis con un determinado problema y por alguna razón no recibís ninguna contestación, y os preguntáis "¿Qué sucede? ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?" Es posible que no estéis haciendo nada mal, sino que no hayáis estado haciendo lo correcto durante la cantidad de tiempo suficiente. Recordad que no podéis forzar las cosas espirituales.

A menudo nos sentimos confundidos simplemente porque no estamos dispuestos a aceptar una respuesta negativa.

En aquellas oportunidades en que un miembro de la Iglesia ha insistido en que cierta cosa se hiciese a su manera, he recordado la gran lección que encontramos en la historia de la Iglesia, y me ha parecido oír las palabras:

"Muy bien, José, entrega el manuscrito a Martin Harris; hazlo a tu modo, y veréis los resultados. Entonces, cuando te encuentres atormentado y confundido, regresa, y te encaminaremos por el sendero que hubieseis podido tomar antes si tu actitud hubiese resultado sumisa e inclinada a aceptar."

 Alguien escribió en una oportunidad:

Con suma impaciencia

Y descuido

Enredamos el hilo

Con el que teje el Señor

Y al llorar

El nos consuela:

"Permanece quieto, hijo mío,

De tus nudos me encargo yo".


(Autor anónimo. Traducción libre.)


Tened presentes algunas preguntas complejas a medida que transitáis por la vida, y meditad y orad en forma silente y persistente en cuanto a ellas.

La respuesta quizás no os llegue como un relámpago, sino que tal vez se os manifieste en forma de una pequeña inspiración aquí y allí, nea por línea y precepto por precepto.

Algunas respuestas las encontraremos leyendo las Escrituras o al escuchar a determinados oradores; y, algunas veces, cuando sea importante, habrá respuestas que vendrán por intermedio de una inspiración en verdad directa, tan potente y nítida que resultará inconfundible.

Es ahora, en vuestra juventud que podéis aprender a ser guiados por el Espíritu Santo.

En mi calidad de Apóstol me veo expuesto ahora a la misma inspiración, proveniente de la misma fuente, y de la misma manera en que me veía de muchacho, sólo que la señal es mucho más clara. Por ejemplo, hay ocasiones, cuando Su obra a lo requiere, en que al tener que llamar a miembros para ocupar altos cargos en las estacas, podemos formular preguntas en oración y recibir a cambio una revelación inmediata y directa.

No recuerdo ningún mensaje que sea más repetido en las Escrituras que el que simplemente dice: "Pedid y recibiréis" (véase Mateo 21:22).

A menudo pido al Señor que me guíe. Pero no aceptaré jamás los impulsos de otra fuente que no sea digna; los rechazo; no los deseo, y así lo hago saber.

Jóvenes, llevad siempre una oración en vuestro corazón. Dejad que el manto del sueño os cubra mientras oráis por las noches.

Guardad la Palabra de Sabiduría.

Leed las Escrituras.

Escuchad a vuestros padres y a los lideres de la Iglesia.

Permaneced apartados de los lugares y cosas que el sentido común os indique que os privan de recibir inspiración.

Desarrollad vuestra propia capacidad espiritual.

Aprended a apartaros de los elementos que perturban, de toda interferencia.

Evitad los substitutos y las falsedades.

Aprended a ser inspirados y dirigidos por el Espíritu Santo.

Han pasado ya muchos años, pero no he olvidado que como piloto de aviones durante la Segunda Guerra Mundial, no contábamos con el equipo electrónico que tenemos en esta época. Nuestro único recurso y esperanza en medio de una tormenta era poder guiarnos por las señales radiales.

Si la señal era continua, significaba que llevábamos buen curso; si nos apartábamos de él, la característica de la señal nos lo hacía saber a fin de que pudiéramos corregir nuestro rumbo.

En condiciones tempestuosas siempre había estática e interferencia, mas la vida de muchos pilotos dependió de su capacidad de escuchar, entre el rugir de los motores y de todas las interferencias, esa a veces débil señal proveniente de un distante campo de aterrizaje.

Puedo daros testimonio de que también de la existencia de una constante señal espiritual. Si sabéis cómo orar y cómo escuchar, y me refiero a escuchar espiritualmente, podréis navegar tanto en medio de buen tiempo como de tormentas, ya sea en época de paz como de guerra, y llegar a destino seguro.

El tema de la oración puede resultar ya muy conocido; a menudo os enseñamos en cuanto a esta, hablando mucho de la parte relacionada con el "pedir", quizá no os hayamos enseñado lo suficiente en lo tocante a "recibir". Eso es algo sumamente privado, individual, algo que uno debe aprender por uno mismo.

Comenzad ahora, y en el transcurso de los años, seréis guiados por esa voz delicada y apacible. Estáis en condiciones de saber, del mismo modo que muchos de nosotros ya sabemos, y de lo cual os testifico, que el Señor vive; reconozco su voz cuando El habla.

Sé que Jesús es el Cristo, que Él dirige a su Iglesia, y está tan cercano a ella que guía a sus profetas, a sus lideres, a su pueblo, y a sus hijos; y lo digo en el nombre de Jesucristo. Amén.

(Conferencia general de octubre de 1980) 

Comentarios