"VESTÍOS DE TODA LA ARMADURA DE DIOS..." - por el presidente Spencer W. Kimball

Amo a los jóvenes y me regocijo cuando los veo crecer limpios, resueltos y robustos; también sufro con ellos cuando tienen desdichas, problemas y remordimientos.

Numerosos desastres han ocurrido en medio del océano algunas veces por el choque de barcos contra grandes témpanos de hielo, haciendo que muchos encuentren en el agua su tumba. Jóvenes, creo que vosotros sois básicamente prudentes, de buen criterio; pero también vosotros estáis navegando por océanos que os son por lo menos parcialmente inexplorados, donde hay bancos de arena, rocas y témpanos, y donde pueden sobreveniros grandes desastres a menos que escuchéis las advertencias.


Hace un par de años, mientras el avión en que viajaba se elevaba ganando altitud, se oyó claramente por los altoparlantes la voz de la aeromoza: "Estamos entrando en una zona de tormenta. Aunque volaremos por las orillas del peligro, puede que se sientan algunos vacíos. Rogamos se pongan los cinturones de seguridad".


Como líder en la Iglesia, y siendo hasta cierto punto responsable por la juventud y su bienestar, quiero levantar mi voz, para deciros: "Estáis en una zona y un período de peligro; ajustaos los cinturones, manteneos firmes y podréis sobrevivir esta tormenta".


He entrevistado a miles de jóvenes y muchos parecen tambalearse; algunos dan excusas por sus errores y se entregan a inaceptables justificaciones. Me gustaría poder aclarar por lo menos en ciertos aspectos lo que el Dios de los cielos y Su iglesia esperan de vosotros en relación con algunos asuntos muy importantes.


Primero, hagamos una pausa para recordarnos que somos hijos espirituales de Dios y que somos su creación suprema. En cada uno de nosotros existe el potencial para llegar a ser un Dios, puro, santo, verídico, importante, y libre de toda influencia terrenal. En las Escrituras aprendemos que cada uno de nosotros tiene una existencia eterna, y que en el principio todos estábamos con Dios (véase Abr. 3:22). El llegar a comprender esto nos da un entendimiento singular de la dignidad del hombre.


Pero por todas partes hay falsos maestros que hacen uso de la palabra y de las publicaciones pornográficas, de las revistas, la radio, la televisión y la propaganda callejera, abominables herejías que atacan las normas de moral, con el solo propósito de satisfacer la lujuria de la carne.

En su plan diabólico, Satanás engaña al incauto y hace uso de todos los recursos que estén a la mano. Rara vez se puede asistir a una convención, una reunión de club, una fiesta o reunión social sin oír palabrotas o cuentos obscenos.

Pedro nos advirtió: "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Y el Salvador dijo que aun los elegidos de ser posible serian engañados por Satanás. El usará su lógica para confundir y sus justificaciones para destruir; hará borrosos los significados, abrirá las puertas centímetro a centímetro y conducirá desde el blanco más puro a través de todos los tonos de gris hasta el negro atezado.

Este es el motivo por el cual deseo definir para vosotros, los jóvenes, el significado de palabras y acciones a fin de fortificaros en contra del error, la angustia y el dolor.

Besuqueos, caricias, manoseos íntimos, fornicación

Comenzaré por contaros una historia verídica cuyos protagonistas son personas reales. El joven era bien proporcionado y, como el rey David, "rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer" (1 Sam. 16:12).

A su lado se encontraba una encantadora joven, de hermosa silueta y facciones encantadoras. Era evidente que se amaban, pues, al sentarse frente a mí, el buscó en silencio la mano de la chica e intercambiaron significativas miradas.

La agradable voz del joven sonaba vacilante y un poco cortada por la emoción al presentarme a su novia; en sus ojos había una expresión suplicante. "Nos encontramos en dificultades, hermano Kimball", me dijo. "Hemos quebrantado la ley de castidad. Oramos y ayunamos, y hemos sufrido mucho hasta que finalmente llegamos a la conclusión de que debemos tratar de hacer algo al respecto.

Todo comenzó con un baile importante, que prometía ser muy especial; al pensar en ello ahora, comprendo que el resultado fue trágico y fue el principio de nuestros problemas. Cuando vi a mi novia bajando la escalera aquella noche pensé que no podía haber otra joven más hermosa ni mas dulce. Bailamos toda la noche y luego, al llevarla a la casa, cuando detuve el auto y nos quedamos allí sentados, a medida que nos dejábamos llevar por la pasión, mis pensamientos se volvieron confusos.

Ninguno de nosotros había soñado en que aquello llegaría a pasarnos, pero todos los elementos se combinaron Para romper nuestra resistencia. No notamos el paso del tiempo, de las horas; los sencillos besos que nos habíamos dado a menudo gradualmente se convirtieron en caricias apasionadas. Entonces nos detuvimos. Pero hubo otras noches, y cada vez las barreras se hacían menos difíciles de sobrepasar. Nos amábamos tanto que nos convencimos de que las caricias apasionadas no eran algo tan malo, puesto que de todos modos sentíamos que nos pertenecíamos el uno al otro. Cada noche comenzábamos donde habíamos interrumpido la noche anterior y así continuamos hasta que finalmente como si de ninguna forma pudiéramos controlarnos, tuvimos relaciones sexuales. Al principio habíamos hablado de ello y habíamos llegado al acuerdo de que hiciéramos lo que hiciéramos no llegaríamos nunca hasta ese punto. Pero entonces ya era demasiado tarde, demasiado tarde, y nos despertamos a la realidad de lo que habíamos hecho."

La inmoralidad no comienza por el adulterio o la perversión por las pequeñas indiscreciones, como el tener pensamientos o conversaciones sobre temas sexuales, el besuqueo apasionado, los manoseos, aumentando un poco más con cada uno de estos. Las pequeñas indiscreciones parecen insignificantes comparadas con el cuerpo fuerte, la mente firme y el dulce espíritu del joven que cede a la primera tentación. Pero muy pronto lo fuerte se convierte en débil, el maestro en esclavo, y el desarrollo espiritual queda truncado. Pero si el primer acto incorrecto jamás echa raíces, entonces el árbol crecerá hasta alcanzar una hermosa madurez y la vida del joven se desarrollará en dirección hacia Dios, nuestro Padre.

"¿Podemos recibir el perdón, hermano Kimball?", me preguntaron ambos jóvenes. "Sí", les replique, "el Señor y su Iglesia pueden perdonar y lo harán; pero no será fácil. El camino que debe recorrer el transgresor es muy difícil; siempre lo ha sido y siempre lo será. El Señor dijo: 'Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca' (Lucas 12:59)."

Luego procedí a explicarles que en su bondad el Señor proveyó un camino hacia el perdón. Se puede hacer lo que se quiera, pero no se puede evadir la responsabilidad de los actos; se pueden quebrantar las leyes, pero no se pueden evitar los castigos; nada se puede hacer impunemente en esta vida. Dios es justo. Pablo dijo: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segara" (Gálatas 6:7).


A pesar de lo serio que es el pecado de fornicación (relaciones sexuales entre personas solteras), existe el perdón bajo la condición de un arrepentimiento total; pero, primeramente, la persona debe llegar a reconocer la seriedad de su pecado. Desde el principio han existido en este mundo una gran variedad de pecados; muchos de ellos resultan en daño a otras personas; pero cada uno es en realidad en contra de nosotros mismos y de Dios, puesto que limitan nuestro progreso, truncan nuestro desarrollo y nos aíslan de las personas buenas, las buenas influencias, y de nuestro Señor.


Los primeros apóstoles y profetas mencionan numerosos pecados que consideraban censurables, muchos eran pecados sexuales: el adulterio, las inclinaciones contranaturales, la lascivia, la infidelidad, la incontinencia, las relaciones indecentes, la impureza, las relaciones impropias, la fornicación. También incluyen todas las relaciones sexuales extramatrimoniales: los manoseos, la perversión sexual, la masturbación y la obsesión sexual ya sea de pensamiento o de palabra; están incluidos todos los pecados secretos y cada uno de los pensamientos y acciones inmundas e impuras.

Uno de los peores es el incesto. E1 diccionario lo define como: "Pecado carnal cometido por parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio". La espiritualidad de una persona puede quedar severa y a veces irreparablemente dañada por tan terrible pecado. La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce han determinado que el castigo por el pecado del incesto debe ser la excomunión; además quien haya sido así excomulgado de la Iglesia no podrá volver a ser bautizado en ella sin la autorización escrita de la Primera Presidencia.

La conciencia nos dice cuando estamos entrando en mundos prohibidos y continúa aguijoneándonos a menos que la acallemos con la voluntad del deseo o la repetición del pecado.


¿Puede alguien decir en verdad que ignoraba que estas cosas fueran erróneas? Todas esas acciones inmundas, cualquiera sea el nombre que tengan y con todas sus manifestaciones, son condenadas por el Señor y por su Iglesia. Algunas pueden ser más infames que otras, pero todas son pecado, a pesar de cualquier declaración contraria que hagan aquellos que proclaman falsamente su saber. Los profetas del Señor declaran que son todas malas acciones.


El mundo puede tener su norma, pero la de la Iglesia es diferente. Puede que la gente del mundo considere normal el consumo del tabaco, pero la norma de la Iglesia está en un plano más alto y no permite fumar; la norma del mundo puede permitir a hombres y mujeres que beban en reuniones sociales, pero la Iglesia del Señor eleva a su gente a una norma de total abstinencia. El mundo puede aprobar las experiencias sexuales premaritales, pero el Señor y su Iglesia condenan en términos inconfundibles cada una de las relaciones sexuales que no esté dentro del matrimonio. Pablo atacó fervientemente estas inicuas evidencias de una mente corrompida y de la pasión y del deseo incontrolable:


"Por lo cual también Dios los entrego a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre si sus propios cuerpos." (Romanos 1:24.)


Puesto que el noviazgo es el preludio al matrimonio y consiste en una relación muy cercana, muchas personas se han autoconvencido de que las intimidades entre los novios son aceptables como parte de ese cortejo. Muchas personas se despojan de sus inhibiciones y en lugar de refrenarse y mantenerse dentro de las expresiones sencillas de afecto, se entregan a caricias lascivas con los consiguientes contactos íntimos y besos apasionados. El besuqueo y las caricias son el principio de las acciones inmorales que terminan en manoseos íntimos, y cuando las intimidades llegan a este punto ya se han convertido en los pecados que el Salvador condenó:

"Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.

Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adultero con ella en su corazón." (Mateo 5:27-28.)

¿Quién puede decir que aquellos que han llegado al manoseo intimo no se han vuelto lascivos y apasionados? ¿No es acaso parte de la misma practica abominable que Dios condenó en su ratificación contemporánea de los Diez Mandamientos: "No Hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante"? (D. y C. 59:6)

¿Qué hay, os pregunto, que se acerque más al adulterio si no es el manoseo intimo? ¿No ha indicado acaso el Señor que este infame pecado no es sino el procedimiento del diablo a fin de debilitar a las personas y prepararlas para cometer adulterio o fornicación? Teniendo en cuenta lo que dicen las Escrituras, ¿puede alguien entregarse a esta práctica y mantener la conciencia limpia? ¿Puede alguien autoconvencerse de que esto no es un enorme pecado?

Debo repetir lo que ya se ha dicho muchas veces: La fornicación, con todos sus pequeños detalles que la preceden, fue una infamia totalmente condenada por el Señor en los días de Adán, en los días de Moisés, en los días de Pablo, así como lo es en nuestros días. La Iglesia no tiene ninguna tolerancia para esta clase de perversiones, y el Señor mismo ha indicado su intransigencia al respecto cuando declaro: "Porque yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia" (D. y C. 1:31).

Cuándo las Escrituras lo dicen tan claramente, ¿cómo puede alguien justificar las inmoralidades y llamarlas "amor"? ¿Es lo negro blanco? ¿Es lo malo bueno? ¿Es la inmundicia pureza?

A fin de que la posición de la Iglesia sobre la moral pueda comprenderse claramente, declaramos con firmeza y en forma inalterable que esta no es una prenda usada, desteñida, pasada de moda y raída que se puede desechar. Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, y sus convenios y doctrinas son inmutables. Y aun si el sol perdiera su calor y las estrellas dejaran de brillar, la ley de castidad continuaría siendo básica en el mundo de Dios y en la Iglesia del Señor. Los antiguos valores no son defendidos por la Iglesia por ser antiguos, sino más bien porque a través de las épocas han probado ser correctos. Esta será la regla por siempre.

Normas para los venes

A fin de evitar las dificultades y la posible tentación, vuelvo a sugeriros la siguiente norma: Las salidas a solas entre dos jóvenes del sexo opuesto deben posponerse por lo menos hasta la edad de los dieciséis años o más, y aun entonces se debe emplear un cuidadoso juicio en las selecciones que se hacen y en la seriedad de la relación. Los jóvenes deben todavía tratar de limitar los contactos demasiados cercanos durante varios años, puesto que el muchacho saldrá a una misión cuando tenga diecinueve años.

Las salidas en pareja, especialmente cuando se trata de salir siempre con la misma persona, son sumamente peligrosas durante los años de adolescencia, pues tienden a deformar los conceptos de la vida que tengan los venes; privándolos de excelentes experiencias, limitando las amistades y reduciendo la posibilidad de conocer a otras personas, lo cual puede ser muy valioso para seleccionar al compañero para esta vida y la eternidad.

Sin duda existe una época para cada cosa: Para los bailes, para viajar, para asociarnos con otros y salir con jóvenes del sexo opuesto, y aun para comenzar un noviazgo que puede culminar en el enamoramiento que llevara a los venes al santo templo para entrar en el convenio eterno del matrimonio. Sin embargo, lo que es vital es encontrar el momento preciso para cada cosa, Es incorrecto aun hacer las cosas correctas en el momento inapropiado, en el lugar inapropiado y bajo las circunstancias inapropiadas.

Creo que los venes de Sión desean oír las claras e inconfundibles notas del clarín, y tengo la esperanza de poder tocarlas con exactitud y precisión a fin de que ninguna persona honesta pueda jamás sentirse confusa. Deseo fervientemente poder dejar bien sentada la posición del Señor y de su Iglesia acerca de todas estas repugnantes prácticas.

Abuso personal

La masturbación, una costumbre desgraciadamente bastante común, no es aprobada por el Señor ni por su Iglesia, a pesar de lo que puedan decir otras personas que se rigen por normas bajas. Se exhorta a los Santos de los Últimos Días a evitar esta acción; y cualquiera que haya sido cautivo de esta debilidad debe abandonarla antes de ir en una misión, recibir el Santo Sacerdocio o ir al templo.

En algunos casos la masturbación es el principio de pecados mas serios como el exhibicionismo y el terrible pecado de la homosexualidad. Quisiéramos evitar mencionar estas palabras tan desagradables y estas acciones tan viles si no fuera por el hecho de que tenemos una responsabilidad hacia los venes de Sión a fin de que no sean engañados por aquellos que llaman a lo malo bueno y a lo negro blanco.

La homosexualidad

La terrible transgresión de la homosexualidad está aumentando rápidamente, o quizás sea que la tolerancia con que la gente la trata le da mayor publicidad. E1 que tenga esos deseos y tendencias puede sobreponerse a ellos en la misma forma en que lo haría si se sintiera inclinado al manoseo íntimo, a la fornicación o al adulterio. El Señor condena y prohíbe este acto con un énfasis que iguala al que puso en su condenación del adulterio y de otros actos sexuales; y la Iglesia excomulgara inmediatamente al pecador que no se arrepienta.

Por otra parte, y contrario a las creencias y afirmaciones de muchas personas, este pecado, al igual que el de la fornicación, se puede abandonar y recibir el perdón; pero, debo repetirlo, solamente bajo la condición de un profundo y continuo arrepentimiento, lo que significa absoluto abandono del pecado y completa transformación de pensamiento y hechos. El hecho de que algunos gobiernos y hasta algunas iglesias, además de muchos individuos corruptos, hayan tratado de que esta conducta se clasifique como derecho personal en lugar de ofensa social, no cambia ni su naturaleza ni su seriedad. En todas partes personas buenas sabias y temerosas de Dios todavía censuran este acto como indigno de los hijos de Dios; y la Iglesia de Cristo lo denuncia y lo condena y así lo hará siempre mientras los seres humanos tengan cuerpos que pueden ser profanados. Santiago dijo:

El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman.

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

“Amados hermanos míos no erréis." (Santiago 1:8, 1216.)

Este infame pecado de la homosexualidad es característico de todas las épocas; muchas ciudades y civilizaciones han desaparecido por causa de él; existía en la época en que Israel andaba errante, fue tolerado por los griegos, y se encontraba en las casas de baño de la Roma corrompida.

Este es un tema sumamente desagradable de tratar, pero me siento inspirado a hablar de él claramente a fin de que no haya joven en la Iglesia que tenga jamás ninguna duda sobre la naturaleza ilícita y diabólica de tan pervertida costumbre. También en esto Lucifer engaña e incita a la lógica y la justificación que destruirán a las personas y las convertirán en sus sirvientes para siempre. Pablo le dijo a Timoteo:

"Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.

Y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas." (2 Timoteo 4:34.)

"Dios me hizo de esta manera", dicen algunos al tratar de justificarse y excusarse por sus perversiones. "No puedo evitarlo", agregan. Esto es una blasfemia. ¿No es acaso el hombre la imagen de Dios? ¿Podría alguien pensar que Dios fuera "así"? E1 hombre es responsable de sus propios pecados. Es posible que busque justificaciones y trate de excusarse hasta que el abismo en el que se encuentra sea tan profundo que no pueda salir de él sin grandes dificultades; aun así puede lograrlo. Todas las personas tienen tentaciones; la diferencia entre el depravado y el digno es que generalmente uno ha cedido y el otro ha resistido. Es verdad que el ambiente en el que uno crezca puede hacer que la decisión y el cumplimiento de la misma sea más fácil o más difícil, pero si se está mentalmente alerta se puede controlar el futuro. Esto es lo que encierra el mensaje del evangelio: la responsabilidad individual.

Y ahora, mis queridos venes, os he hablado clara y francamente contra los pecados de nuestros días, aun cuando me desagrada profundamente este tema, creo que es necesario advertir a la juventud contra la embestida del tentador supremo, quien, con su ejército de emisarios y todos los elementos que tiene a su disposición, destruiría a la juventud de Sión sirviéndose mayormente del engaño, la tergiversación y las mentiras.

"Sed prudentes en los días de vuestra probación; despojaos de toda impureza; no pidáis para satisfacer vuestras concupiscencias, sino pedid con resolución inquebrantable, para que no cedáis a ninguna tentación, sino que podáis servir al verdadero Dios viviente." (Morm. 9:28.)

El arrepentimiento

Amados jóvenes, aquellos de vosotros que hayáis errado, quiero deciros que el Señor y su Iglesia pueden perdonaros. La imagen de un Dios amoroso y generoso en perdonar surge clara de las Escrituras para aquellos que las leen y las entienden. Puesto que Él es nuestro Padre, naturalmente desea elevarnos y no empujarnos hacia abajo, ayudarnos a vivir y no a llevarnos hacia nuestra muerte espiritual. El arrepentimiento tiene cinco etapas:

1. El sufrimiento por haber pecado. A fin de sentirnos afligidos por nuestro pecado es necesario conocer algunas de sus serias implicaciones. Cuando estamos completamente convencidos de nuestra culpabilidad condicionamos nuestras mentes para seguir aquellos procesos que nos libraran de los efectos del pecado. Sufrimos, y estamos dispuestos a enmendarnos, a pagar el castigo, y aun a sufrir la excomunión si es necesario.

2. El abandono del pecado. Lo mejor es dejar de pecar porque se ha comprendido la gravedad del pecado y se está deseoso de cumplir las leyes de Dios. El ladrón quizás abandone su hábito en la prisión, pero el verdadero arrepentimiento lo habría hecho abandonar el pecado antes de su arresto y devolver su botín sin intervención policial. El pecador sexual que voluntariamente cesa en sus viles acciones está en buen camino hacia el perdón. Alma dijo: ". . . benditos son aquellos que se humillan sin verse obligados a ser humildes" (Alma 32:16).


El abandono del pecado debe ser permanente, pues el verdadero arrepentimiento no permite una repetición del mismo. El Señor reveló lo siguiente al profeta José Smith concerniente al arrepentimiento: "Por esto podréis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará" (D. y C. 58:43).


3. La confesión del pecado. Este es un elemento muy importante del arrepentimiento. Muchos pecadores parecen creer que unas pocas oraciones al Señor serán suficientes; de esa forma se han justificado a sí mismos al esconder sus pecados..


"El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia." (Proverbios 28:13.)


Los errores, particularmente cuando son graves como el pecado sexual, deben confesarse al obispo igual que al Señor. Hay dos remisiones que quisiéramos que todos tuvieran. Primero, el perdón del Señor, y segundo, el perdón de la Iglesia del Señor por medio de sus lideres. Tan pronto como uno tiene la convicción intima de los pecados cometidos, debe acercarse al Señor en "oración ferviente", como lo hizo Enós, y no detenerse en su suplica, hasta que, al igual que Enós, reciba la seguridad de que los pecados le han sido perdonados por el Señor. Sería inconcebible pensar que Dios pudiera absolver los pecados serios, solo porque se lo pidamos algunas veces. Es más probable que El espere hasta que haya habido un largo periodo de arrepentimiento evidenciado por el deseo de cumplir con todos los otros requisitos. Luego, el pecador debe buscar el perdón de la Iglesia por medio del obispo; pues no hay presbítero ni élder que este autorizado para así actuar por la Iglesia. E1 Señor tiene un plan ordenado y constante, y en el cada persona que se encuentra en las estacas tiene un obispo quien, por la misma naturaleza de su llamamiento y de su ordenación, es un "juez en Israel". El obispo es nuestro mejor amigo en la tierra; el escucha los problemas, juzga en cuanto a la seriedad del caso y luego determina el grado de arrepentimiento que debe requerir y decide si por medio de este se podrá lograr el perdón. Esto lo hace como representante terrenal de Dios: como el maestro médico, el maestro sicólogo, el maestro siquiatra. Si es suficiente el arrepentimiento, quizás desista del castigo, lo cual es similar a perdonar. E1 obispo no afirma tener autoridad para absolver los pecados, pero comparte la carga del pecador, retira el castigo y alivia la tensión y el sufrimiento; y también puede asegurar una continuación de la actividad de la persona, manteniendo todo el asunto en la mayor de las confidencias.


4. La restitución. Cuando la persona se ha humillado en sufrimiento, ha abandonado incondicionalmente el mal y ha confesado a aquel que ha sido designado por el Señor, entonces debe restituir hasta donde sea posible el daño que ha hecho. Si ha robado, debe devolver a su legítimo dueño todo lo que robó. Quizás ese sea uno de los motivos por el cual el asesinato es un pecado imperdonable puesto que habiendo tomado una vida, el asesino no puede restituirla. La restitución total no siempre es posible; también en el caso de que se haya quitado la virtud a una persona, es imposible devolverla.


Sin embargo, el alma verdaderamente arrepentida encontrara algunas cosas que puede hacer para restaurar, aunque sea hasta cierto punto, lo que ha tomado; el verdadero espíritu del arrepentimiento así lo exige. Ezequiel enseñó: "Si el impío . . . devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá" (Ezequiel 33:15). Y Moisés dijo: "Cuando alguno hurtare buey u oveja. . . por aquel buey pagara cinco bueyes, y por aquella oveja pagara cuatro ovejas" (Ex. 22:1).

El pecador arrepentido también debe perdonar todas las ofensas que otras personas hayan podido cometer en su contra; el Señor no tiene ninguna obligación de perdonarnos a menos que nuestro corazón este totalmente libre de todo rencor, amargura o acusación en contra de los demás.

5. La obediencia a la voluntad del Padre. En mi octogésimo tercer cumpleaños, en marzo de 1978, recibí muchas tarjetas de felicitación; una de estas formaba parte de un libro y contenía cuatro mil setecientos autógrafos de los jóvenes que habían escrito algo en el. Todos ellos se comprometían con declaraciones como las siguientes:

"Querido presidente Kimball:

Quiero prometerle a usted y al Señor que alargare y apresurare el paso, y que dedicare mi alma entera al servicio a la obra del Señor."

"Le prometo que pagaré el diezmo fiel y con regularidad toda mi vida.

"Prometo a usted y al Señor que obedeceré la Palabra de Sabiduría, aun cuando me vea tentado. Jamás tocare cigarrillos, bebidas alcohólicas, te, café ni drogas."

"Me comprometo a orar diariamente por la mañana y por la noche. Jamás olvidare al Señor ni sus innumerables promesas, su amorosa protección y sus abundantes bendiciones."

"Prometo, sobre todas las cosas, que mantendré mi vida limpia e inmaculada de las muchas tentaciones insidiosas que se me presenten. Jamás me acercare siquiera a cometer un acto inmoral de ninguna naturaleza."

"Prometo que haré un esfuerzo especial para leer y absorber las enseñanzas de las Escrituras y de otros buenos libros."

"Sinceramente me comprometo a apresurar mi paso en el amor a mis semejantes y a esforzarme con ellos por lograr la rectitud."

"Dedicaré mi alma a comprender todos los mandamientos del Señor y a obedecerlos con exactitud y amor."

Mis queridos hermanos, sois maravillosos y llenos de dulzura y estamos muy orgullosos de vosotros, orgullosos de los esfuerzos que hacéis, orgullosos de la devoción que demostráis, orgullosos de vuestros sacrificios. Os amamos. ¡Cómo oramos por vosotros en cada reunión que tenemos, cada noche y cada mañana en nuestros hogares y en la intimidad de nuestras recamaras! Oramos por vosotros a fin de que podáis manteneros limpios. Limpios y queremos decir limpios desde el principio hasta el fin, libres de todas las feas manchas del mundo que trata de sofocarnos las drogas, la bebida, el cigarrillo, la obscenidad de palabra y la pornografía todas esas cosas de las cuales no tenéis que participar. No debéis entregar vuestra pureza a ninguna de ellas.

"Vestíos de toda la armadura de Dios" (Efesios 6:11). Observad todas vuestras oraciones personales y familiares, guardad santo el día del Señor, obedeced estrictamente la Palabra de Sabiduría, cumplid con todos vuestros deberes familiares y sobre todo, mantened vuestra vida limpia y libre de todo pensamiento y acción impuros. Evitad toda relación que pueda degradaros y rebajar las normas elevadas de rectitud que se os han establecido. Entonces vuestra vida se deslizará suavemente y la paz y el gozo os rodearán.

(Conferencia general de octubre de 1980)

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